lunes, 29 de octubre de 2012

Mi autobiografía


La verdad es que se está calentito aquí, creo que me quedaré en este sitio hasta que llegue la comida. Aunque voy a ahuecar un poco el cojín, primero por aquí… un poco más, y ahora otro poco por aquí, ¡vaya! Se me ha enganchado una uña ¡¡¡mierda que no se suelta!!!, ¡¡Ya!!,  ¡Al fin!. Creo que ya está el sitio lo suficientemente cómodo para mí. Ahora solo falta un breve baño antes de la siesta. Esta es una de las cosas a las que aun no me he acostumbrado de ser gato. Aunque reconozco que me encanta especialmente lamerme las pelotas, cuando era humano no me podía ni rascar con la mano así que esto, creedme es un gran alivio. Pensaréis  vaya asco verdad? Bueno supongo que en mi nueva vida como gato, tengo menos escrúpulos. El caso es que me da un gustirrinin especial cuando me aseo ahí, jejeje.
Pero lo que es lamerme todo el cuerpo y llenarme la boca de pelos, para nada me gusta, pero así es la vida gatuna, tengo que bañarme a cada instante, creo que siendo humano no me bañaba tanto. Siempre tengo que estar sacando la lengua y dándome un repasito, después de tomar el sol, después de que me toquen los niños de la casa, después de retozar un rato en el tejado, o por supuesto, antes de dormir nada más relajante que un bañito. Todo un ritual, mordisqueándome donde me pica, que generalmente suele picarme en todas partes con tanto pelo, o pasándome las garras por las orejillas.
Vaya que sueño me está entrando así a lo tonto…, mientras termino de lamerme os cuento como empezó todo. Aunque en realidad no recuerdo mucho, solo que me llamaba Manolo y era camionero. No me dió tiempo a tener crías, perdón a tener hijos pues morí joven, aunque no recuerdo que paso exactamente, un día cerré los ojos siendo humano y los abrí, bueno empecé a sentirme de nuevo vivo en el cuerpo de un pequeño gatito. Al principio estaba muy asustado, no podía ver y no entendía nada de lo que me estaba ocurriendo, hasta que sentí cerca de mí la calidez protectora de mi madre gatuna. Me enganché a una de sus mamas y no me separé de ella hasta que me echó a patadas casi.
Mientras mi cuerpo continuaba su crecimiento mis sentidos se iban abriendo a mi nueva vida, mis nuevos y numerosos hermanos, tan ruidosos e incansables siempre andaban alrededor mordiendo y saltando sobre mí. Yo los miraba con cara de “tío vamos no me jodas”, pero me daba la impresión que nunca captaron el mensaje pues hasta que nos separaron siguieron jodiendo mientras yo me dedicaba a mi pasatiempo favorito que era dejar a mi madre seca. Creo que fui el último en aprender a caminar, aunque tampoco tenía mucho interés en hacerlo. Coordinar cuatro patas con su propia independencia no es lo mismo que arrastrar las dos piernas como hacía en mi otra vida. Pfff prefiero no recordarlo de nuevo.
El caso es que al final me entregaron a esta familia de humanos, no he vuelto a ver a los demás ni a mi madre, pero la vida de un gato es así, supongo. Mi familia humana se porta bien conmigo, demasiado bien. Muchas  y abundantes comidas, veterinario y peluquería una vez cada dos meses y me dejan hacer lo que yo quiera todo el día, los niños no son demasiado salvajes, aunque me molesta sobremanera que estén todo el rato ahí mirándome, a veces opto por enrollarme sobre mi mismo dándoles la espalda y haciéndome el dormido, pero ¡no captan el mensaje!
Estoy engordando, me cuesta llegar a las pelotas…  bueno que remedio, me llega el sueño y no tengo ganas de más. Si no os importa, nos vemos en otro momento y seguimos hablando. Pero bueno ¿no veis que me he dado la vuelta?  ¡Anda ahuecando el ala! ¡Pfffff!




sábado, 27 de octubre de 2012

Tu

Te vi aparecer a lo lejos, recortada tu figura en el horizonte.
Sentí miedo de que no fueses quien yo esperaba.

Sentí impaciencia al ver que tardabas en llegar.
Me sentí enamorada cuando empecé a distinguir tu imagen
Aun difuminada.

Estabas tan cerca ya.

Sentí dolor porque pasaste a mí lado, sin verme, sin besarme, sin amarme.

Me sentí morir porque de nuevo había soñado un sueño,
Un sueño que se me fue, como arena entre los dedos


miércoles, 17 de octubre de 2012

El paseo


        El camino rodeaba la colina, describiendo suaves curvas, y pequeñas cuestas hasta llegar más allá del bosque, cerca casi del riachuelo que se deslizaba en el centro del verde y profundo valle.
         Recorrerlo, pasear por el sendero, mientras la belleza de la naturaleza en todo su esplendor, lo envolvía, lo rodeaba, era una necesidad casi indispensable. Sentía la brisa de la tarde escurrirse entre las hojas de los árboles, el trino incesante de los pájaros, la agitación que producía la multitud de seres vivos que lo rodeaban.
         La luz del sol caía suavemente, bañaba su cabello, deslumbraba sus ojos, al caminar sentía rechinar los guijarros de la vereda bajo sus pies, pensaba que mientras la vida le permitiera disfrutar de toda aquella belleza, no necesitaba buscar la felicidad en otro lugar, aquello era todo lo que necesitaba, todo lo que podía desear.
         Siguió caminando durante un par de horas más, hasta que cansado, se sentó a la orilla del riachuelo, sobre una piedra bastante grande, y observó como la corriente precipitaba el caudal del agua río abajo, siempre en su incesante camino hasta el mar, fijó la mirada sobre la superficie del agua y se perdió en los recovecos de su memoria, la memoria de una vida que como el riachuelo seguía un mismo y constante cauce, pero para él el mar estaba cada vez más cerca.
         Recordaba como de niño, había correteado infinidad de veces por aquellos mismos paisajes mientras hacía tiempo y esperaba que su padre terminara su jornada de pesca, su padre lo reprendía a veces:
-¡Miguel, no hagas ruido que espantas a las truchas, anda vete al prado a jugar¡
-Pero padre... – intentaba responder él, aunque su padre lo despedía con un gesto de la mano.
         Luego aprendió a calmar las ansias de su espíritu, y a disfrutar con el arte de la pesca, y pasaba casi todo el día cerca de su progenitor, en el más absoluto silencio, mientras era su imaginación la que se perdía por el bosque, el prado... y aunque prácticamente no se había movido en todo el tiempo, llegaba a su casa tan agotado como cuando de niño correteaba sin parar, y sin apenas tiempo se desplomaba sobre su castigado camastro y no despertaba hasta la mañana siguiente, cuando su bondadosa madre le advertía que se hacía tarde para el colegio.
Luego llegaron los ardores de la juventud y volvió a perder la tranquilidad del espíritu, esta vez por muchísimo tiempo, y apareció en su vida Catalina, dulce, bella, serena y entusiasta al mismo tiempo y emprendió el camino más hermoso y difícil de su vida, el camino que le acercó al amor de su vida, pero que le alejó de aquellos paisajes durante sesenta y cinco largos años. Ella no era del pueblo, había llegado allí con sus padres hacía un año procedente de la ciudad, y nunca se terminó de acostumbrar a la rudeza de aquellas tierras, así que en cuanto se casaron emprendieron el camino hacia la ciudad.
Pero a él tampoco llegó a entusiasmarle nunca la ciudad, con sus prisas, los automóviles, la falta de humanidad, y la ausencia de naturaleza, no había un solo lugar en toda la ciudad donde poder detenerse a escuchar el canto de un pájaro que no fuera un triste y enjaulado canario, o una todavía más triste y gris golondrina, ni un árbol en cuya sombra cobijarse sin que le llegara el pestilente olor de los fertilizantes.
Pero su amor por Catalina, y el hijo que llegó cuando llevaban dos años casados, fueron más fuerte que la desesperación que brotó en lo más profundo de su alma, y aguantó aquel desorden durante sesenta y cinco años, hasta que ella murió, lo abandonó por culpa del cáncer y él se sintió más solo aun si cabía por saberse solo en la feroz ciudad. Luchó aún un par de meses contra su desánimo, porque creía que si abandonaba la ciudad era como si abandonase el recuerdo de Catalina, pero llegó el día en que el desaliento se apoderó de su corazón que falló por un instante, entonces lo supo, debía ir a morir a su pueblo, prepararse para descansar para siempre en la tierra del valle, pero antes debía hacer algo; antes de su marcha lo organizó todo para que los restos de Catalina fuesen trasladados al cementerio del pueblo y cuando llegase su hora descansar juntos para siempre –antes me tocó a mi ceder Catalina, ahora te toca a ti-, como su hijo hacia años que vivía en una ciudad más desordenada y grande que la suya, no tuvo que pedir permiso ni dar explicaciones a nadie.
Al despertar de sus recuerdos se dio cuenta que llevaba casi dos meses en el valle, pensó que últimamente los recuerdos llamaban muy a menudo a las puertas de su pensamiento y comprendió que aquello era una señal y que debía poner en marcha los preparativos de su partida, se levanto de la piedra y sintió de golpe la humedad y el frío de la noche que lo comenzaba a envolver por momentos, probablemente ese despiste le costaría un resfrío al día siguiente, pero ya no importaba, un día mas o uno menos daba igual, ya había saciado sus ansias de vida en aquella naturaleza, su deseo de volver a respirar aire limpio, nuevo en cada inhalación de sus pulmones viejos y cansados, así que si lo sorprendía la muerte al amanecer o al siguiente día estaría preparado.
         Inició el camino de regreso a su casa del pueblo, mientras trataba de memorizar por última vez las siluetas de los árboles, robándole el tiempo a la voraz oscuridad que se tragaba todo velozmente, al llegar frente a las primeras luces del pueblo, se giró y hizo una mueca como despidiéndose de su valle, de su vida, de su infancia, juventud y una parte de su vejez vividas en aquellos paisajes, al llegar a casa cerró la puerta.  

Vals Olvidado - El pianista y la Luna


La luna silenciosa, pálida, solitaria, pasaba cada noche en su pedestal, esperando que la claridad del día la relevase de su constante e invariable trabajo. Las noches se sucedían monótonas, por que ya no había poetas que la invocasen, ni enamorados que recurrieran a ella, ante la ausencia del ser querido. La vida ya no era poesía ni ensueño. Todo el mundo andaba preocupado por egoísmos e inútiles quehaceres.Y esperaba, esperaba a que el sol llegase para ignorar por unas horas a seres tan desagradecidos que habían olvidado todo lo que ella había hecho por ellos, a lo largo de los tiempos, musa de incontables poemas, la nota precisa en las canciones más hermosas, reina de los misterios del corazón, hada de los deseos, luz de la oscuridad, dama del destino. Había perdido la ilusión en la raza humana.
Hasta que una noche aburrida, escuchó a lo lejos una melodía, al principio imperceptible casi, pero puso atención y descubrió que le resultaba conocida, si, era aquella que aquel músico alemán compuso para ella hace un par de siglos, pero le resultaba diferente, como renovada, especial, se acerco hasta donde parecía que surgía aquella melodía y descubrió a un muchacho tocando al piano tras una ventana. La forma en que interpretaba aquella sonata, la embelesó hasta tal punto que perdió  la noción del espacio y se sintió transportada a otro lugar, un lugar donde no existían los rencores ni la maldad de los seres humanos. Y al regresar de ese lugar sintió como la melodía penetraba hasta su interior y le devolvía de nuevo la confianza en la capacidad de un ser humano de crear y plasmar el arte en sus actos más cotidianos.
El muchacho acariciaba las teclas del piano como si fueran los dedos de la frágil mano de su amada, suavemente, pero con firmeza, como si esos amados dedos fueran a serle arrebatados de un momento a otro, por la crueldad de la muerte. Y aunque con los ojos abiertos ella sabia que él no estaba allí, presente, sino naufragando en la cadencia de la melodía, perdido en mundos imaginarios de amor y belleza. Pero la magia acabó al finalizar la sonata, y el muchacho cansado, estiró sus brazos debilitados por el esfuerzo, y abandonó la habitación. La luna quedó anhelante, como esperando que aquel momento hubiera durado para siempre, por toda la eternidad, pero no fue así, sin embargo a partir de esa   noche, la luna no falto a su cita diaria con el joven pianista, que jamás se daba cuenta de toda la luz que entraba por su ventana.
Los días y las noches se sucedieron, llegaron inviernos que le impidieron escucharle con toda claridad, pues se interponían los cristales de ventanas que daban abrigo a la casa. Y volvieron las primaveras y los veranos, y la luna era dichosa porque las melodías que surgían de las manos del pianista llegaban hasta ella como el cálido susurro del ser amado. Y ya no era feliz si no oía cada noche las notas que surgían de aquel piano, de aquellas maravillosas manos, no sabia si en realidad era un gran interprete, ni sabia que tenia aquel muchacho de especial para que la sorprendiese cada vez, a ella que había escuchado las interpretaciones de todos los maestros de la historia.
Hasta que una noche se descubrió enamorada, enamorada del muchacho y de su arte, y se sintió feliz por tenerlo siempre allí, a sus pies, practicando una y otra vez aquellas composiciones tan preciadas para ella. Contrariado cuando una nota se le resistía en una determinada canción, orgulloso cuando sentía que su interpretación era digna de las alabanzas del profesor de piano. Y lo amó con toda la dulzura que ella era capaz de sentir, y ilumino sus pesadillas y acompañó sus noches.
Pero una noche él faltó a la hora de estudio, y a la noche  siguiente también, y cuando por fin llegó, lo notó distraído, ausente, y la música ya no era bella en sus manos, era un esfuerzo, un enojoso trabajo para él, y al luna comprendió, que algo substituía el amor al arte en el alma del muchacho. El dolor invadió el corazón de la luna, mas aun al comprobar que el joven pianista abandonaba sus practicas habitualmente. Miró en su corazón y descubrió que el muchacho amaba a una joven de su edad, y destrozada se subió a su pedestal, y lloro lagrimas de dolor, lagrimas de estrellas por la desilusión, saber que él amaba a una semejante o saber que la música ya no era lo más importante para él, ni siquiera supo, que era lo que más daño le hacía.
A la noche siguiente, bajo de nuevo hasta su ventana, y lo vio, sentado frente a su piano, pero incapaz de poner sus dedos sobre él. Le envió como regalo un rayo de su propia luz y el muchacho salto del asiento y se marcho, en busca de su amada. La luna se sentó en su pedestal y volvió la cara. 

Bastian el duende Granadino



Bastián, el duende granadino.
La niña abrazaba impaciente el cojín púrpura, mientras que balanceaba sus piernecitas en el aire, pues no alcanzaba el suelo desde el sillón donde estaba sentada, para su edad era una chica bajita aunque bien formada, y de aspecto sano. Tenía los ojos negros, vivos y  brillantes como una noche de luna llena
que miraban a su abuelo, situado a su lado implorando las respuestas a las preguntas que bullían en su interior. El abuelo tenía en la mirada toda la serenidad de aquellas personas que lo han visto todo y no desean ver más.
-Abuelo, ¿porque en el norte hay hadas, duendes, elfos, ogros y gnomos, y aquí en el sur no hay nada fantástico?
-Bueno, quizá sea porque no les gusta  el calor, aunque una cosa tengo que advertirte, que no sean tan famosos como los seres celestiales del norte, no quiere decir que no los haya aquí, de hecho cuando yo era pequeño mi abuela solía contarme la historia de Bastián el duende del Albaicín.
-¿Qué?- exclamo asombrada Clarita- ¡Anda ya abuelo, eso sí que no me lo creo¡ ¿Un duende en el Albaicín? ¡Pero si en el Albaicín lo único que hay son cuestas y casas viejas!.
-Ay Clarita, Clarita, ¿cuantas historias te he contado de los duendes de mi tierra?, donde nací yo por que mí padre era Asturiano, ¿cuántas historias Clarita?
-Miles abuelo.
- ¿ Y que te dije yo que era el lugar favorito para la mayoría de los duendes?
- Las casas viejas abuelo...
-Pues sí mi niña, pues aquí en el sur también hay duendes, aunque yo no los conozco todos, pero si que recuerdo como mi abuela me hablaba del Martinico o del Padre Piñote, también granadinos el Martinico prefiere los sitios húmedos para pasar el rato, como los toneles y el Padre Piñote se paseaba por las noches
armando jaleo por dondequiera que iba. Aunque a mí quien más me gustaba era Bastián, porque según me contaba mi abuela era un duende filosofo y pensador, y gustaba de mediar en las peleas entre los vecinos porque era un amante de la paz, aunque una vez a unos vecinos no les gustó que se metiera en sus asuntos y
lo arrojaron a un pozo, el pobre Bastián quedó cojo para siempre. No sé si sabrás que quiere decir filosofo, bueno creo que ni yo mismo lo sé, podría decir que es alguien que piensa tanto algunas cosas que consigue volvernos locos a los demás con sus teorías, aunque no siempre los filósofos son tan rebuscados, a
veces ayudan al hombre a entender mejor el mundo donde vivimos. Pues Bastián es así, un duende culto inteligente, al que le gusta leer todos los libros que encuentra en su camino, y por eso  va de una casa abandonada a otra en busca de nuevos libros para leer, a veces también se pasea por las bibliotecas a
horas en las que no suele haber nadie, porque no le gusta que le distraigan de su lectura.
- Abuelo, ¿Bastián es un duende malo, travieso?
- Es bueno Clarita, además como te dije le gusta la paz y la tranquilidad. Hace unos años, en un edificio de la calle  Mesones, ocurrieron unos hechos muy extraños incluso alguien dijo que había sido mordido por un ser invisible, pero que le había dejado las marcas de sus dientes en uno de sus dedos. Alguien
hablo de Bastián, pero yo no creo que fuese él, Bastián es un ser pacifico y no rehuye a la gente sino que la gente huye de él porque dicen que es feo.
- ¿Todos los duendes son feos abuelo?
- Pues creo que los duendes sí, aunque en realidad no son feos como nosotros creemos,  sino que son completamente  diferentes a nosotros y por eso nos extraña su aspecto, pero supongo que lo mismo les pasará  a ellos cuando nos ven. Aunque creo que los elfos, son digámoslo así “guapos” pues son como las
hadas, de cabellos brillantes y ojos muy claros. Mira Clarita, mira la hora que es y tú aun despierta creo que deberías  irte a dormir antes de que lleguen tus padres.
- Pero abuelo yo ya soy mayor, tengo 10 años puedo quedarme despierta hasta muy tarde, además me gusta que me cuentes historias- le protestó compungida la niña, aunque a duras penas podía evitar los bostezos.
- Clarita, yo siempre estaré aquí para contarte mis historias cuando tu quieras, pero hay otras historias más bonitas que las mías que solo tú puedes contarte a ti misma, que solo tú puedes imaginar cada noche cuando cierras los ojos en tu cama. Solo tú puedes soñar miles de historias hermosas, por eso, porque merece
la pena sumergirse en el mundo de los sueños y además porque se te cierran los ojillos de lo cansada que estás es el momento de que te vayas a dormir.
Habían pasado cinco años desde la muerte de su abuelo y Clarita aún seguía recordando esa conversación como si hubiera ocurrido la noche anterior. Al poco rato de quedarse dormida, sus padres habían llegado de la cena de negocios a la que habían acudido, y el abuelo se despidió para dirigirse a su casa
en el otro extremo de la ciudad.  Nunca más volvieron a verle, pues quizá vencido por el sueño su coche se empotró contra un semáforo al final de una calle empinada. Cuando Clara despertó a la mañana siguiente supo la terrible noticia, para sus padres era una chica mayor perfectamente capaz de asumir la muerte de un ser querido, pero no de ese ser querido pensó Clara. Desde entonces nunca volvió a ser la misma niña, fue como si madurara de pronto. Ya no volvió a leer cuentos, ni volvió a jugar con las muñecas que representaban a las princesas de su imaginación. Tampoco volvió a sonreír o al menos nadie volvió a verla esbozando una sonrisa. Se convirtió en una mujercita seria, silenciosa y huidiza.
Tan solo una cosa no había cambiado para Clarita, sus sueños, su único refugio donde cada noche encontraba a su abuelo dispuesto a contarle una nueva historia de duendes, de elfos y hadas.  Pero no estaba solo, pues cada noche Clarita encontraba a un amigo con quien vivir miles de aventuras, Bastián el
duende. El mismo que entró en el mundo  de sus sueños la noche en que su abuelo falleció. Y cada noche el abuelo contaba una historia, y Clara y Bastián juntos emprendían mil aventuras salidas de la voz del abuelo. Pero al despertar Clara volvía a su tristeza y a su silencio. Pero no siempre los sueños de Clara eran agradables o fantásticos, aunque sus padres no le habían hablado de cómo ocurrió el accidente de su abuelo, a veces soñaba con ese fatídico momento. Se veía dentro del cuerpo de su abuelo, siendo los ojos de este los que miraban al frente al andar, pero siendo  Clara la que experimentaba las sensaciones durante
el trayecto que lo condujo hasta su muerte. Unos pasos para acercarse al coche y después la noche que lo envolvía todo y la luna menguante lejos, demasiado lejos para iluminar la carretera o para evitar que los  ojos se cerraran por el sueño. Y después el miedo, un miedo lacerante que cortaba la respiración de la chica y que la obligaba a salir huyendo  del sueño, a despertar violentamente agitada entre convulsiones, otras veces oía la voz de su abuelo llamándola muy lejos, con desesperación. Ella sabía que fue la última persona que pasó por la mente de su abuelo antes de morir, y que se fue preocupado por no poder cumplirle la promesa de permanecer a su lado para siempre y contarle historias sobre duendes y hadas, por eso lo veía cada noche en sueños así aunque fuera de aquella manera permanecía cerca y formaba parte de esas historias.
Era la noche de San Juan, la noche más corta del año, la noche de las brujas, la noche mágica. Todo el instituto hervía de excitación, pues los chicos preparaban pequeñas fiestas en torno a las hogueras de su barrio donde reunirse para quemar en el fuego las cosas malas ocurridas en el año y refrescarse y renovarse
con el agua cristalina que unos a otros se arrojarían. Nadie invitó a Clara a ninguna de las reuniones, nadie se fijaba en ella salvo si estaban a punto de chocar con ella en el pasillo. Pero tampoco ella los necesitaba, esas fiestas para ella solo eran una excusa para armar jaleo y escándalo hasta altas horas de la noche. Y sin embargo no pudo evitar estar nerviosa mientras se acercaba la “hora bruja”. Por suerte cerca de su casa habían preparado una hoguera, y entre el alboroto y la confusión se acercó hasta el lugar. Estaban a punto de tocar las campanas de la media noche y la algarabía aumentaba por momentos, la gente se acercaba con recipientes llenos de agua, y Clara sintió miedo. Las campanadas sonaron al fin desde una iglesia cercana, lentamente todo lo que rodeaba a Clara fue cambiando de aspecto, las mujeres se transformaron en brujas que bailaban en una alocada danza sinfín, los hombres se transformaron en duendes que la miraban traviesos bajo las pobladas cejas de su rostro, y los niños se transformaron en elfos y hadas. También había faunos, trolls, enanos y una multitud de criaturas fantásticas y de entre esa multitud surgió una figura conocida por Clara, la de Bastián que se acercaba a ella con su característica cojera y la tomo de la mano mientras la alzaba por encima de las cabezas de los seres fantásticos que danzaban en torno a la hoguera.
-Esta noche es mágica Clara, vamos a ir a sitios donde nunca antes habías ido. Verás cosas que nunca hasta ahora habías visto. Esta noche se harán tus sueños realidad.
Pero cuando Bastián la depositó con cuidado en el suelo de uno de los patios de la Alhambra Clara protestó:
-Yo he estado aquí antes, y varias veces no me estas enseñando nada que yo no conociera.
-¿Estás segura de que has visto este lugar antes Clara?- le contestó Bastián- fíjate bien.
Clara miró a su alrededor, la luz de la luna bañaba todo lo que alcanzaba a ver, produciendo maravillosos claroscuros, los sonidos del agua en las fuentes producían una música que nunca antes ella había escuchado, y de entre las enigmáticas sombras comenzaron a surgir formas fantasmales, sultanes, princesas, visires, guerreros de otros tiempos comenzaron a llenar el patio. Clara asustada intentó huir, pero estaba rodeada entonces Bastián la cogió de la mano,
-No tengas miedo- le dijo –observa. Ninguno de los fantasmas parecía reparar en ella, al contrario andaban caminaban y actuaban como si estuvieran vivos, como si más de quinientos años de historia no hubieran pasado por encima de ellos. Clara observó como la vida  acontecía entre esos muros mucho tiempo
atrás. Y ya no sintió miedo sino que  deseó con todas sus fuerzas ser uno de ellos, una princesa mora pretendida por algún apuesto capitán o una odalisca danzando en los salones de la Alhambra.
- ¿Ves Clara? ¿seguro que nunca antes habías visto este sitio? al menos no como lo estás viendo ahora. La despertó de su ensimismamiento Bastián. Y no, nunca había visto la Alhambra de esa manera, tan mágica tan irreal, como en un sueño de otros tiempos.
De nuevo la cogió de una mano y se alzaron hasta el cielo, la llevó hasta un bosque no muy lejano, y de nuevo la depositó en el suelo. Todo estaba en silencio, y bañado por la gélida luz de la luna llena, sus rayos se adherían a los árboles abrazando su corteza y dotándoles de un aspecto fantasmal.
-Observa atentamente Clarita- le dijo Bastián.
Y ella así lo hizo, al poco rato los árboles comenzaron a moverse, al principio casi imperceptiblemente pero después casi a sacudidas comenzaron a desperezarse y a desenterrar sus raíces de la tierra donde las tenían clavadas, de pronto unos sonidos extraños comenzaron a llenar el ambiente, como quejidos lejanos. Bastián le dijo que los árboles estaban hablando entre sí, pero que ellos no los podían entender. Una extraña luz surgió de repente, un resplandor verdoso se acercaba por momentos al  lugar donde estaban, poco a poco una figura femenina de corta estatura se  fue recortando en la luz, una hermosa muchacha de largos cabellos verdes y vestida de hojas, era la que desprendía esa luz.
-Es el hada del bosque Clara- le dijo Bastián.
 La muchacha caminaba entre los árboles casi levitando, sin apenas tocar el suelo. De vez en cuando se detenía ante la llamada de algún árbol y conversaba con él un buen rato. Según  le contaba Bastián, los  árboles presentaban sus quejas al hada, sobre lo difícil que era ser árbol en estos tiempos con tanta contaminación, y las inoportunas visitas de los excursionistas desconsiderados.
Cuando llevaban largo rato observando esa especie de consejo en el bosque, Bastián la cogió de nuevo de la mano y por los aires emprendieron el regreso a la ciudad. La hoguera seguía ardiendo, y los fantásticos seres que habían dejado bailando junto a ella aún seguían a su alrededor. Solo que esta vez había alguien
más con ellos, el abuelo de Clara, la muchacha se sintió  extraordinariamente feliz de poder compartir aquella noche tan maravillosa con la persona que más había querido, lo abrazó con todas sus fuerzas como queriendo cerciorarse de que no era solo un sueño como tantos otros y agradeciendo que aunque fuera
solo por aquella noche, pudiera sentir el cuerpo de su abuelo entre sus brazos, en su corazón se rompieron mil cadenas de tristeza que lo habían tenido aprisionado durante mucho tiempo, lágrimas de felicidad comenzaron a rodar por sus mejillas al tiempo que una radiante sonrisa aparecía en sus labios. Y juntos bailaron alrededor de la fogata hasta que la muchacha quedó exhausta.
Pero la noche de San Juan es la más  corta del año, y casi sin que se dieran cuenta los primeros rayos del sol empezaron a surgir por el este. Cuando la luz del sol aparece la magia de la noche desaparece y todas las criaturas fantásticas comenzaron a tomar de nuevo aspecto humano. Clara se despidió de Bastián, y
abrazó por última vez a su abuelo. Este cogió el rostro de su nieta entre sus manos y mirándola fijamente a los ojos le dijo:
-Te prometí que siempre te contaría historias, pero ha llegado la hora de que tú sola inventes tus propias historias, sé que podrás hacerlo. A partir de ahora no me verás más en tus sueños, pero no llores pues siempre estaré cerca de ti. Sueña Clara, y cuenta esas historias a la gente que no puede imaginárselas.
Siempre tendrás un duendecito filosofo y  culto que te ayude a escribirlas, ya sabes Bastián estará donde haya un libro. Adiós mi niña.
Desde esa mañana Clara volvió a sonreír, porque cada noche esperaba con ansia que la venciera el sueño para soñar historias maravillosas que al día siguiente volcaba en un papel, y siempre que no lograba encontrar una palabra traviesa o no podía encajar una expresión, llamaba al duende Bastián que la ayudaba. Pues Bastián es un duende muy culto e inteligente, es un duende filosofo como le decía su abuelo.

Recapitulando

Hace unos días estuve rebuscando entre los cajones y me encontré con mis viejos disquettes donde solía guardar los textos que escribía hace unos 10 años. Quise echarles un vistazo y para mi desgracia algunos no pude ni abrirlos. No se aún si se han perdido para siempre, intentaré buscar si hay más copias. Pero me dio una tristeza enorme. Solo tengo unos pocos en papel, y están en casa de mis padres. Los que pude rescatar los he copiado en disco duro a la espera de poder regrabarlos en un cd. Pero a modo de copia de seguridad pondré algunos aquí para que podáis leerlos y tenerlos yo más a mano.
El primero de ellos es un cuento sobre un ser mitológico de origen granadino, que fue mi primer relato publicado.
Un abrazo.

lunes, 1 de octubre de 2012

Otoño

Es evidente que escribo muchas veces para desahogarme y soltar todo lo que hace que me sienta mal, pero a veces quisiera hacerlo sin escribir expresamente sobre lo que me hace sentirme mal. Sobretodo por que siento que no le importa a nadie en realidad.
Quisiera escribir y aliviar mi dolor sin necesidad de exponerlo, sin lanzar mis letras como un reproche que no va a ser atendido.
Ha llegado el otoño, con sus hojas ocres y su suave lluvia. Me gusta el otoño casi tanto como el invierno, es el fin de mi detestado verano y es un tiempo que invita a recogerse y soñar rodeados de oro y bronce, de añiles cielos salpicados de grises nubes. Pero la gente tiende a deprimirse, a huir del agua y del frío, a ponerse de mal humor obligando al resto del mundo a cobijarse con su misma manta de oscuridad.
Siempre me gusto el sonido de la lluvia repiqueteando en el exterior, como acuna y reconforta cuando estas en casa calentito. Aunque muchas veces me pille fuera de casa, trabajando o caminando, me gusta la lluvia por que nutre la tierra y purifica el ambiente. Suelo resbalarme con el suelo mojado, y si en efecto me hago mucho daño. Pero bueno son gajes del oficio. Es casi tan doloroso como cuando me quemo en verano por el sol. Y sin embargo la gente no se queja tanto del sol y del verano.
A pesar de todo, se que la vida necesita ambas cosas, agua y luz, lluvia y sol para sobrevivir. Asi como en el mundo hay, criaturas de luz y criaturas que se mueven mejor en la oscuridad.

martes, 18 de septiembre de 2012

El practicante


El practicante
Todo el que tenga más de 30 años conoce esta palabra e incluso seguro que habrá ido alguna vez aunque ahora se llaman ATS ojo. Aunque ahora hacen de todo y cuando eran practicantes solo practicaban para toreros, vamos que solo te agujereaban el culo!
Ay si te cogías un resfriado más fuerte de la cuenta, estabas perdido. En cuanto el medico que te ponía en la receta Nosequeflucil 1millon ya sabías que te tocaba ir al practicante, yo es que oía la palabra millón y se me encogía el culo. Cuantos más millones tenía más te iba a doler, ten por seguro.
Al rato ibas tu con tu botecito de medicina en una mano y el corazón en la otra, tocabas a la puerta del practicante y te entraban unos sudores! Pase pase, ya era tarde, ya sabía que estabas ahí no había vuelta atrás.
Generalmente siempre era un hombre bastante mayor, y con una cara de mala hostia… si tenías la suerte o la desdicha de ir con tu madre, te agarrabas a las faldas intentando que no te viera. Era inútil, el  volante llevaba tu nombre bien clarito y el era un engendro del demonio que hace eones que te estaba esperando.
Tu madre le daba la medicina y el sacaba la aguja de un cacharro con algo hirviendo. Cual instrumento de tortura extraído del caldero de un brujo. Y era enoooorme! Esa cosa te haría trizas el culo en un abrir y cerrar de ojos! La agitaba en el aire y se la ponía a una jeringuilla que también sacaba del caldero del infierno. Introducía la medicina y entonces de nuevo fijaba su despiadada mirada en ti.
Quizás aun me quede una oportunidad para huir te decías engañándote a ti mismo, ni llorando y pataleando. Tu madre pérfida ayudante de Satán, te cogía de un puñado y te ponía sobre sus rodillas, enseñando tu trasero al torturador. La vergüenza se juntaba con el miedo y ya solo te quedaba coger un trozo de la falda de tu madre y morderlo con todas tus fuerzas para reprimir el oprobio y el dolor.

Sabías que la estocada sería inminente, el muy capullo primero te engañaba, te aplicaba el algodón con alcohol fresquito, suave y tu relajabas el pompi, pero cuidado! No te descuides! Un par de golpecitos te ponían de nuevo sobre aviso y entonces! Zas! Los ojos se te salían de las orbitas y un grito lastimero se ahogaba en tu garganta mientras mordías con fuerza la falda de tu madre, cuando no le tirabas el bocao a ella directamente. Encima el muy… practicante se dedicaba a trastear ahí detrás con la banderilla clavada en tu adolorido trasero! Es entonces cuando sentías el ardiente medicamento quemarte por dentro.  Y cuando ya no podías más de dolor, te extraía la aguja sin contemplaciones y te daba el alcohol con una palmadita socarrona en el culo.” Ves como no dolía nada?”
No te habrá dolido a ti so mamon! De más está decir que no te podías sentar en días. Y encima tu familia te llamaba exagerado. Anda ya, que sabrán ellos.

martes, 17 de julio de 2012

El velo de las palabras.

Acabo de leer un libro sobre libros, sobre las palabras que pesan, sobre las palabras que salvan, sobre las palabras que viven más allá del tiempo.
A veces escucho a la gente decir que no importan las palabras, sino los hechos. La misma gente que ensucia o falsifica las palabras.
Creo que nací leyendo... o puede decirse que desde el mismo momento mis ojos anduvieron buscando palabras. Aunque siempre andan buscando algo.
A veces lo que hace más daño es la ausencia de palabras. Sobretodo de determinadas palabras.
A veces la gente que reniega de pronunciar o enseñar sus palabras del corazón, arguyen que viven de los gestos, gestos que en la mayoría de los casos también brillan por su ausencia.
Una palabra puede salvar, aunque haya de ser pronunciada mil veces. Una ausencia de palabras puede matar.

martes, 19 de junio de 2012

Canción de amor


Suenan los primeros compases de un piano.
Cierro los ojos y me dejo llevar, el aire fresco de la noche entra por las ventanas y revolotea a mi alrededor travieso, juguetón. Mis cabellos acarician mis hombros desnudos, mecidos por el aire en su vaivén. Los ojos cerrados, sigo esperando.
Antes de que me dejaras aquí, antes de cerrar los ojos acerté a ver que el salón de baile esta casi a oscuras, tan solo iluminado por las velas de varios candelabros, creo que escogiste este sitio a propósito. Como un cuento de hadas quieres convertirme en princesa. Me pides que me vista bonito, que me ponga guapa a pesar de que sabes que la naturaleza no ha sido agraciada conmigo.
Y aquí mientras el hechizo del piano se acerca a mi sigo esperando por ti ¿a qué esperas? Los violines han comenzado a sonar, su melancólico y hermoso llanto me invade y atraviesa mi espíritu, desgarra mi corazón y lo vuelve a remendar colocándolo en el centro de mi pecho, como una caricia, como el beso de miles de pétalos de rosa. Mi alma ya no está aquí conmigo,  comenzó a volar y no la alcanzo.

Entonces te siento  detrás de mí, tu aliento en mi nuca eriza mi piel, tus labios depositan en mis hombros traviesos y furtivos besos. Me rodeas tomando mi mano, te colocas frente a mí una mano en mi cadera, la otra invitándome a volar. Subimos y subimos por el aire, pero no tengo miedo porque tú estás conmigo. Te acercas más y más a mí, te entrelazas conmigo para que pueda sentir el compás de tu corazón. Me besas. Y cuando tus labios se separan de los míos, abro los ojos.

El salón sigue aquí, el suelo está bajo nosotros y tú estás frente a mí como te soñé, me pierdo en tu mirada, tu suave sonrisa me acaricia, no vuelo pero soy cisne entre tus brazos, mis pies se deslizan como si de magia se tratara.  La magia que la música me transmite. No quiero que esto se acabe, pero las canciones siempre tienen un principio y un final. Los violines cesan su hipnótico llanto y dejan que el piano a solas de nuevo me devuelva a la realidad. Una nota tras otra me dice que se despide de nosotros, que la magia a partir de ahora es cosa nuestra. Al final deja de sonar pero tú no me sueltas, no te separas de mí ni dejo de sentir el latido de tu corazón. Cuando tus labios se posan en los míos la luz de los candelabros se va apagando, como una película antigua haciendo fundido en negro. 

miércoles, 13 de junio de 2012

Mi rincón

Siempre que he hablado de mi blog he tenido miedo de que este llegase a manos de gente a quien no quisiera ver aquí, gente que no supiera ver la importancia que tiene para mi este sitio, como vuelco aquí mis más profundos sentimientos amen de otras cosas.
O gente que por tal o cual motivo en un momento dado dejara de respetar este lugar y lo que para mi significa para resarcir no se que extraño o egoísta instinto.
Tengo miedo lo confieso, es un blog lo se, puedo vetar a quien yo quiera, puedo hasta cerrarlo y abrirlo en otra dirección. Pero no se trata de eso, se trata de que aquí dejo un poquito de mi, de mi corazón y no quisiera verlo mancillado.
Así que amigo o visitante, respeta este lugar, respeta mi corazón y mis deseos y si no eres capaz de sentirte conmovido con mi ruego, por favor, te lo pido por favor, abandona estas páginas.

jueves, 24 de mayo de 2012

Cuando sonrío


Cuando sonrío, creo que puedo pintar el cielo del color que se me antoje.
Cuando sonrío creo que las luces se aceleran sobre mi cabeza como locas luciérnagas.
Si sonrío las flores se giran a saludar al sol, y la hierba huele a lluvia fresca siempre.

No siempre sonrío es cierto.
Si no sonrío la luz se apaga.

Cuando sonrío siento que mi corazón late fuerte, constante, seguro, valiente.
Cuando sonrío las cosas siempre dan una segunda oportunidad a la vida
y la vida da mil oportunidades a la gente.
Si sonrío no hay miedo, no hay dolor, no temo perderte y volver a llorar.

No siempre sonrío es cierto
Si no sonrío el alma me duele.

Yo quiero sonreír y ser valiente, quiero caminar adelante,  caminar sin dudar
Quiero nacer cada día con la esperanza intacta, con las ilusiones perladas de luz
Quiero sentir el calor de tu cariño esperándome, que tus palabras me abracen
Pero no siempre estás conmigo amigo, eres esquivo y caprichoso.

Pero  déjame sonreír ahora que me hablas, déjame abrazarme a ti.
Por favor no me dejes otra vez, esperanza. No me dejes.
No me dejes por que cuando estás conmigo soy fuerte, y sonrío.

martes, 22 de mayo de 2012

Bleeding

Volutas de humo blanco y gris...
La lluvia en la ventana insistiendo para entrar.
Algo en mi corazón pugna por salir.
Ansiedad, tristeza, angustia, anhelo.
Nudo de sangre oprimiendo mi pecho,
nauseas de desazón desgarradoras.
Como saber que exorcizar, que
espina clavada extirpar sin dudar.
Quisiera tener de incandescente acero
una daga que clavar en mi pecho
Abrirme en dos pedazos y mirar
coger ese humeante y débil corazón
y limpiarlo de una vez por todas.
No duele, no duele, no duele nada.

martes, 15 de mayo de 2012

El color del cristal


Transcurría avanzada la mañana cuando la asistenta traspasó la puerta de la calle rumbo al supermercado para hacer la compra diaria. El esperado y puntual portazo había llegado por fin y ya se encontraba a solas en su casa. Su casa tan vieja y recargada como ella, recargada de arrugas y recuerdos… de voces fantasmales que regresaban una y otra vez del pasado para recordarle los mejores y peores momentos vividos. Momentos que se quedaron impregnados en las paredes de la vivienda,  en su piel decrepita y en su corazón cansado.
Se levantó a duras penas de la cama, a veces quería creer que todavía era ágil como cuando tenía 20 años y bajaba de tres en tres las escaleras del edificio por que fuera le estaban esperando sus amigas, o como cuando quería distraer a aquel amor de juventud del que aun recuerda el calor de sus besos y su olor a urgencia, e  intentó alejarse de él girando como una peonza alrededor de aquella habitación que ya no recuerda donde estaba.
Los recuerdos a veces son juguetones, se esconden entre los rincones de la mente esperando que vayas a buscarlos, pero muchas veces te pierdes por el camino y ruegas que alguien vaya a buscarte a ti. Entonces te aferras al primer recuerdo que se muestre dócil y te haga sentir a flote todavía. Su olor… aún cerraba los ojos y podía aspirar esa profunda llamada….
Hacía mucho tiempo que le daba miedo mirarse al espejo,  tanto tiempo como  tiempo tenía ese mueble tocador… o casi. Era un regalo de su madre, una herencia más concretamente… de niña se pasaba las horas eternas frente a él jugando a maquilarse como las mujeres mayores… de jovencita ya no era un juego y sin embargo siempre prefirió ese espejo y ese mueble tocador al que tenía en su propia habitación. Era como si su reflejo ahí fuera mágico, más alto o más maduro según sus sueños en cada caso, cuando era niña se veía mujer, cuando era adolescente se veía más alta, cuando aquel hombre empezó a cortejarla se imaginaba más sensual hasta que sus besos le descubrieron donde se encontraba su femineidad….



Ahora, ¿que le mostraría aquel espejo?  Hacía mucho tiempo que no quería mirarse en el espejo, hacía muchísimo tiempo que el mueble tocador no contenía maquillajes, perfumes u otros potingues, sino solo medicinas, ungüentos y demás herramientas engrasadoras de la maquinaría obsoleta en que se había convertido su cuerpo.  Se acercó lentamente a él, despacio entre el miedo y la misma lentitud del dolor de seguir viviendo, se despojó del camisón que cayó vencido a sus pies, trató de no tropezar con él, se situó frente al espejo y miró…
Seguía siendo un espejo mágico, allí no había arrugas, no había manchas ni cabellos encanecidos… no había pasado sino un futuro. Unos ojos color avellana se miraban mientras unas manos pequeñas y precisas dibujaban con el lápiz a su alrededor,  unos labios suaves y carnosos recibían la aromática caricia del carmín, unas mejillas realzaban su sano rubor con los polvos del colorete.  Una larga y castaña melena se derramaba por una espalda sinuosa después de ser cuidadosamente cepillada.
Era aquella noche, eran aquellos nervios, eran aquellos labios los que la cubrieron de besos al tiempo que otras manos fuertes y decididas la desvestían despacio…
Y se vio como la vio él aquella primera vez, y lloró por haber perdido aquel abrazo, aquel olor, aquel compañero de su vida. Cuando la asistenta la encontró, estaba en el suelo de la habitación desnuda y fría como el hielo…  Se culpó por no haber estado presente cuando la anciana la necesitó. Pero si apenas había estado fuera media hora, se dijo.
Ni ella ni nadie se pudieron explicar, por que el cristal del espejo del mueble tocador estaba roto en mil pedazos.

jueves, 10 de mayo de 2012

Alquimia


Cada persona es un mundo... o eso dicen. Un recipiente o matraz alquímico en el que se van añadiendo ingredientes con el pasar del tiempo.
Al principio se añaden los genes que nos otorgan los progenitores, que a su vez ellos han recibido de sus antecesores, el color del pelo, de los ojos, los gestos, el carácter... se mezclan y combinan en curiosas proporciones y dan como resultado un individuo totalmente especial.
Después ese ser comienza a crecer y vivir, absorbe de las cosas que le rodean sensaciones, experiencias, enseñanzas que van depositándose en el matraz una tras otra dando color y matices a la mezcla. Los miedos, las vilezas oscurecen el resultado, los afectos, los valores, las ilusiones y alegrías le aportan luminosidad y color.
Siempre cambiando, siempre en continua transformación...
A veces sucede que la mezcla se agita con la prisa por vivir, por recibir lo que nos pueda aportar cualquier experiencia, otras el liquido alquímico se apacigua, se ralentiza cuando recoge lo que le aporta la serenidad de la madurez. Pero nunca deja de estar en continua transformación y mezcolanza.

Sucede que me miro y me pregunto qué cosa o qué situación han contribuido a hacer la mezcla tan inestable que soy yo. Miro atrás al pasado y busco situaciones que justifiquen mi inseguridad, mis celos, mi egoísmo, mi desconfianza.  Desprecios de la gente,  falsas sonrisas,  ese despectivo calificativo en mal momento. Busco también que otros momentos o dichosos genes he recibido para lo bueno que hay en mí. Es entonces cuando me pregunto ¿porque esta mezcla es tan oscura, porque es tan venenosa para mí?.  ¿Cuándo alcanzare la serenidad que apacigüe mis ansias, cuando encontraré el bálsamo que calme mis mareas?..
Supongo que como siempre, desde tiempos inmemoriales, la alquimia ha sido un gran enigma para el ser humano.

viernes, 4 de mayo de 2012

Amargada


Recuerdo mi adolescencia, aquella época cruel en la que cada sensación, cada experiencia, cada frase queda marcada y esculpe de alguna u otra manera nuestro yo en construcción. Esas frases despiadadas, esos rechazos insalvables, esos recuerdos imborrables.
Más de una vez oí como a una mujer de prolongada soltería se la calificaba de “amargada” justificando su carácter irascible, implacable, inaccesible a su soledad, o a su falta de relaciones sexuales. Confieso que tuve miedo de ser una eterna soltera, una bruja encerrada en una casa sombría y en ruinas, una víbora comeniños. Confieso que tuve miedo de ser el hazmerreir de gente que conociera mi inexistente vida sexual mejor que yo misma.
El tiempo ha pasado y soy una amargada… tengo una pareja, que me quiere y me cuida, el sexo no es un imposible para mí, no creo que este blog sea el sitio para hablar de la prolijidad y calidad de mis relaciones sexuales.
¿Es una ironía verdad? Después de este tiempo comprender que la amargura no la provoca la falta de un compañero en la vida, sino la vida misma, al menos en mi caso. La mala gente, la gente interesada, egoísta, aprovechada, explotadora. Los que te hacen encerrarte en ti misma y compadecerte de estar en sus manos. La vida que te ha tocado vivir, la sociedad, las circunstancias, la actualidad. Esas circunstancias que escapan a tu control, que dictan personas a las que nada le importas y que ni siquiera saben que existes.
La gente positivista podría decirme mil cosas que hacer en este caso, aferrarme a mi misma, sacar valor de donde no lo hay, afrontar con una sonrisa el día a día. Luchar, reir, soñar que habrá tiempos mejores. Ellos son positivos… yo soy una amargada.
Aunque de vez en cuando sea divertido destilar veneno alrededor, repartir bilis a diestro y siniestro, no es lo mejor para el espíritu… ni para el cuerpo. Así que esperemos que en una de esas me toque la lotería y pueda ir a relajarme a una isla paradisíaca con mi macho a cagarme en todo lo que dejo atrás. Chimpún.

sábado, 24 de marzo de 2012

Navío

Navegar alrededor de la costa, esperando que amaine el vendaval, circunvalar el estrecho buscando vientos propicios. Naufragar una y otra vez en tus costas, besando tus dunas cada vez que creo arribar a tierra, tu arena se derrama entre mis dedos los mismos que acariciaban tus labios hace un segundo, eterno segundo que me separa un mundo de ti.
Y vuelves a alejarte en lontananza, y vuelvo a perder de vista tu silueta, el caudal del torrente que se derramaba en mi presencia  ya no resuena en mis oídos, te alejas y mis labios tienen sed de tu piel, mi pecho es huérfano del tuyo. ¿Porque esta condena? ¿Acaso no es suficiente con haber entregado mi corazón, con verme arribar a tus costas una y otra vez, aunque tus mareas y tus corrientes me alejen de nuevo?

Isla donde calmé mi sed, lago donde mi cansada vista se relajó de tantos años de pesadilla, torrente fluido que acariciaba mis muslos, caminos que cruzaban tu vientre y rodeaban mis caderas. ¿Dónde estás? Desapareces de nuevo en el horizonte, te envuelves en olas despiadadas, te desvaneces entre nieblas y sonríes mientras de nuevo dejas perdido, sin rumbo mi navío.

miércoles, 11 de enero de 2012

Mi pregunta

sigue ahí rondando por mi mente, martilleando, rebotando en las paredes de mi hueco cerebro sin dejarme descanso alguno. ¿Cual es mi ansia? ¿Que es lo que espero encontrar que alguna vez me haga dejar de necesitar  seguir ansiando?¿A que viene este inmenso vacío?
Sentada al borde de la mesa, María corregía los últimos exámenes que la clase de Primero de Eso de la que ella era maestra, acababa de realizar esa mañana. Era una postura incomoda cierto, de vez en cuando se retorcía tanto para poder apoyar el papel correctamente en la mesa que creía que se podría partir por la mitad. Era uno de los pocos actos... podríamos decir locos que cometía en su vida habitual. Siempre correcta, educada, comedida, severa cuando el momento y los chicos lo requerían. Contenida la mayor parte del tiempo... Allí a solas en su casa, podía permitirse pequeñas locuras, no demasiadas por que podrían convertirse en imprudencias que le costasen caro.
Tanta contención que ni ella misma sabía por que se la autoinfligía, por parecer segura de si misma quizás, por no permitir que nada estropease su correcta imagen de profesora diligente... Por controlar todo lo que era ella, su vida y todo lo que pudiera ocurrir a su alrededor. Sí también por eso... ¿pero realmente era necesario ser así? ¿realmente quería ser así? ¿era esa la vida que le hacía feliz?
Afuera llovía... la noche comenzaba a ser demasíado oscura y la cortina de lluvia la hacía todavía más imprenetrable y densa, se asomó a la ventana de su pequeño y coqueto piso situado en la septima planta de aquel edificio de apartamentos. El sonido de la lluvia era como una canción de cuna, un suave arrullo que la invitaba a cerrar los ojos y recordar, añorar a sus padres hace tiempo fallecidos, su infancia perdida en aquel pueblecito en el campo, los sueños desvanecidos en el hambre del día a día. La lluvia era un murmullo que la invitaba a volar... lejos, muy lejos donde no hubiera barreras a los sueños, a los deseos, a los sentimientos.
Cuando se sintió caer a gran velocidad despertó de su ensoñación, apenas le dio tiempo a darse cuenta de lo que estaba pasando, de que había caído por la ventana de su piso y se precipitaba hacía el vacío...

Despertó bruscamente, asustada el corazón le latía desbocado en su pecho, le costó unos segundos darse cuenta de que estaba en su cama y que solo había sido un sueño. Al principio respiró aliviada y sonrió feliz por que todo había quedado en un susto. Pero después mientras intentaba conciliar el sueño de nuevo se lamento de que ni ese ultimo acto de libertad, rebeldía, espontaneidad ni tan siquiera ese ultimo instante, había sido verdadero.

martes, 3 de enero de 2012

Cristalinos desiertos

¿Cómo escribir sin decir nada? Te sientas frente al teclado, mientras por tu mente pasan imágenes vividas y dolorosas. A veces pienso que soy de otro planeta, creo que lo he dicho muchas veces. Me duelen cosas que a los demás le traen sin cuidado, me dan igual cosas que a los demás les duele en el alma. Quizás no es otra galaxia mi lugar de origen, sino que nací con un genoma equivocado. La corriente que une mares y océanos, no los une en realidad, sino que juega con ellos caprichosa y los lleva de un lado a otro a su antojo.  Desconozco si esto es un término exacto de geografía,  aunque en el colegio me apasionaba dicha ciencia hace tiempo que mi camino me ha alejado de las inquietudes sobre estos temas. Tantas veces pensando en porque esto o aquello no es como sería bueno que fuera, que no me doy cuenta que las cosas son y fueron antes de que yo me diera cuenta de que el mundo existía más allá de mi.
Un seno… un seno mirado desde el ángulo correcto semejaría una duna en un cálido e infinito desierto, a veces te imagino observando dunas de muy diversos calibres, sopesando cuanto tardarás en escalar todas y cada una de ellas, hasta hacerte dueño de cada cima. Coronando con tus besos y clavando la bandera distintiva de tu deseo en sus suaves aunque desafiantes cumbres. Aun así has de tener cuidado, pues la noche en el desierto es fría y aunque a veces es esquiva, siempre termina por llegar y rodearte con su gélido abrazo.
Los viajeros del tiempo como tu saben mejor que nadie como es el mundo, conocen todas y cada una de sus cicatrices, como si hubieran sido sus causantes.  A veces me pregunto que extraño dios os creó, que magnificente criatura pensó que seres que absorbieran el alma y la vida serían necesarios.  Al menos también estamos nosotros para acompañaros en vuestra extraña misión, las criaturas como yo que absorbemos la luz y el calor y los convertimos en oscuridad y tristeza.
Ya te dije que el frío llegaría pronto, quizá lo he traído yo conmigo. Pero sé que tú no le tienes miedo, aunque siempre vayas buscando rincones más cálidos. Bajo esta luna oscura las dunas tienen otro aspecto, son más difíciles de escalar pues son como senos de plata de resbaladizas sirenas. Este es mi mundo, el frío, la oscuridad… las sirenas que susurran a mi oído deseos de mentira. Cada vez que vuelves agradezco tu visita, si no fuera por cada vez que intentas escalar mis dunas no sabría si existe vida dentro de mí. Es lo malo de ser desierto….