martes, 23 de agosto de 2011

Lluvia en mis zapatos


Lluvia en mis zapatos, viento helado en mi rostro… miro entre las lágrimas del cielo, la calle mojada, la gente huye del agua como de la misma muerte. Todos corren sin sentido, sin mirar atrás y yo te busco entre sus caras. Hace tiempo que camino en silencio como loca descarriada que navega solo en mares de demencia, buscando mi destino encarnado en tu pecho, tan cálido como un hogar en invierno, tan acogedor como un lecho en la inhóspita noche. Siempre supe que debía buscarte, aún sin saber tu nombre, sin conocer tu cara naci con una idea en mi mente y era encontrarte.

Desfilan millones de rostros frente a mí excepto el tuyo, la vida transcurre se escapa entre mis manos y tu eres esquivo… el frío atenaza mis brazos mientras sigo esperando,  a veces creo vislumbrarte entre la muchedumbre, pero es solo un espejismo efímero. Aún así te oigo, te siento aquí muy dentro de mí, si hoy aún late mi corazón es por la certeza de que te encontraré. Pero llueve y mis zapatos cada vez están más empapados.

Confío en que pronto amainará esta inclemente tempestad, que pueda ver por fin un claro en este oscuro cielo, pero llevo mucho tiempo ya esperando y mi cuerpo esta aterido,  no me responden los dedos y mis rodillas flaquean. Temo no poder aguantar más. Tu voz resuena en mis oídos, un susurro cálido que da vida a este pobre corazón, que ya no quiere latir más en soledad.  La vida no sonríe a quienes se quedan esperando que las cosas pasen. Ahora lo sé, demasiado tarde. Cuando por fin te alcanzo,  mi corazón esta tan frío como una piedra, te veo levantarlo con cuidado entre tus manos, mientras mi vida hecha jirones de espeso humo se esfuma con el viento.

Me consuela saber que tu calor esta fundiendo lo que queda de mi, que mi pétreo corazón se derrite, se derrama entre tus manos y se mezcla con la lluvia,  seré río que se pierda en el mar, agua que riegue sedientos campos, empaparé lechos y valles y quién sabe si con suerte, también seré lluvia en tus zapatos.

martes, 16 de agosto de 2011

El ángel caido.

En el cristianismo, un ángel caído es un ángel que ha sido expulsado del cielo por desobedecer o rebelarse contra los mandatos de Dios.

Pero me pregunto yo, un ángel cae por que es rebelde, por que sucumbe a varios pecados o a sus instintos o un angel tambien puede caer por que sus alas pesan demasiado?
Las alas son demasiado bonitas, lucen inmaculadas sobre sus espaldas, brillantes, majestuosas. Pero a veces pesan demasiado. Tanto que el ángel no puede soportar más el peso de tanta celestialidad y se ve arrastrado hacia el abismo.
Alas de cristal, alas de dulzura, de belleza, de comprensión, de generosidad, de respeto. Alas de oro, alas de amor, de cariño, de amistad, de fraternidad. Alas de plata, de honestidad, de sinceridad, de decencia, de alegría, de bondad, de lealtad. Alas como piedras preciosas, alas que pesan toneladas.
Es muy difícil mantener el vuelo con semejante carga a sus espaldas.





lunes, 8 de agosto de 2011

El murmullo del agua


Soporto miradas que rezuman odio, escucho susurros más venenosos que la serpiente más letal, siento como si pendieran mil alfanjes sobre mi cabeza, mientras mis pasos recorren los pasillos y jardines de este palacio los odios más tenaces conjuran formas a cual más cruenta de acabar con mi vida. Y sin embargo soy reina, soy la Estrella del Alba que ilumina estos fríos palacios, soy la cautiva, la favorita alzada por encima de las cabezas de todas estas arpías ponzoñosas. Y me detestan porque nací cristiana, porque mis manos llegaron a tejer hilos que manejaban este reino y no me dediqué a mirar pasar la vida arrobada esperando la llegada de mi rey entre los almohadones del harén.
Hubo un tiempo en que me llamaban Isabel, mientras correteaba como una niña traviesa por los caminos de mi añorado Jaén, ahora soy Fátima Soraya reina de Granada, Sultana de la Alhambra, aquí donde llegué cautiva y donde fui coronada. Y ahora que el fin está tan cerca es una jaula dorada que añoraré más allá de mi muerte. Mañana todo estará hecho, mi rey caminará por estos pasillos por última vez con la corona sobre su cabeza. Hace tiempo que la vida escapa de su cuerpo, que las traiciones drenan día a día su fuerza y majestad. ¡Ay Aixa! ¡Que no vivas para contemplar tu estirpe reinando en mi Granada, que tus ojos no se cierren para siempre mirando por la ventana la luz que baña mi Alhambra!
Cierro los ojos y oigo el cristalino sonido de cientos de fuentes y acequias, ese murmullo incansable que acaricia mis oídos, que eriza mi piel y me envuelve en un fresco abrazo. Aspiro el perfume de millones de flores, rosas, geranios, claveles… los pájaros acuden cada amanecer a despertarme con sus trinos y cantos. Recibo el cálido beso de la luz del sol en mi piel cuando me asomo a la ventana de mis aposentos o paseo por los jardines del Generalife. Y mañana cuando deba abandonar mi Alhambra moriré a cada paso que me aleje de ella. Porque el mayor regalo que me dió mi rey fue este, nunca esperé costosas joyas ni magníficos ropajes. Agradecí y recompense con creces cada beso que me ha dado, cada vez que mis entrañas recibieron su anhelante deseo.
Pero jamás me alcanzara la vida para agradecerle que me hiciera reina de este paraíso, ni jamás podré volver a ser feliz lejos de mi Alhambra. Soraya se irá dejando atrás su más preciado tesoro y la Alhambra perderá para siempre su Estrella del Alba, que Alá no permita que una reina vuelva a brillar nunca en este palacio.