lunes, 29 de octubre de 2012

Mi autobiografía


La verdad es que se está calentito aquí, creo que me quedaré en este sitio hasta que llegue la comida. Aunque voy a ahuecar un poco el cojín, primero por aquí… un poco más, y ahora otro poco por aquí, ¡vaya! Se me ha enganchado una uña ¡¡¡mierda que no se suelta!!!, ¡¡Ya!!,  ¡Al fin!. Creo que ya está el sitio lo suficientemente cómodo para mí. Ahora solo falta un breve baño antes de la siesta. Esta es una de las cosas a las que aun no me he acostumbrado de ser gato. Aunque reconozco que me encanta especialmente lamerme las pelotas, cuando era humano no me podía ni rascar con la mano así que esto, creedme es un gran alivio. Pensaréis  vaya asco verdad? Bueno supongo que en mi nueva vida como gato, tengo menos escrúpulos. El caso es que me da un gustirrinin especial cuando me aseo ahí, jejeje.
Pero lo que es lamerme todo el cuerpo y llenarme la boca de pelos, para nada me gusta, pero así es la vida gatuna, tengo que bañarme a cada instante, creo que siendo humano no me bañaba tanto. Siempre tengo que estar sacando la lengua y dándome un repasito, después de tomar el sol, después de que me toquen los niños de la casa, después de retozar un rato en el tejado, o por supuesto, antes de dormir nada más relajante que un bañito. Todo un ritual, mordisqueándome donde me pica, que generalmente suele picarme en todas partes con tanto pelo, o pasándome las garras por las orejillas.
Vaya que sueño me está entrando así a lo tonto…, mientras termino de lamerme os cuento como empezó todo. Aunque en realidad no recuerdo mucho, solo que me llamaba Manolo y era camionero. No me dió tiempo a tener crías, perdón a tener hijos pues morí joven, aunque no recuerdo que paso exactamente, un día cerré los ojos siendo humano y los abrí, bueno empecé a sentirme de nuevo vivo en el cuerpo de un pequeño gatito. Al principio estaba muy asustado, no podía ver y no entendía nada de lo que me estaba ocurriendo, hasta que sentí cerca de mí la calidez protectora de mi madre gatuna. Me enganché a una de sus mamas y no me separé de ella hasta que me echó a patadas casi.
Mientras mi cuerpo continuaba su crecimiento mis sentidos se iban abriendo a mi nueva vida, mis nuevos y numerosos hermanos, tan ruidosos e incansables siempre andaban alrededor mordiendo y saltando sobre mí. Yo los miraba con cara de “tío vamos no me jodas”, pero me daba la impresión que nunca captaron el mensaje pues hasta que nos separaron siguieron jodiendo mientras yo me dedicaba a mi pasatiempo favorito que era dejar a mi madre seca. Creo que fui el último en aprender a caminar, aunque tampoco tenía mucho interés en hacerlo. Coordinar cuatro patas con su propia independencia no es lo mismo que arrastrar las dos piernas como hacía en mi otra vida. Pfff prefiero no recordarlo de nuevo.
El caso es que al final me entregaron a esta familia de humanos, no he vuelto a ver a los demás ni a mi madre, pero la vida de un gato es así, supongo. Mi familia humana se porta bien conmigo, demasiado bien. Muchas  y abundantes comidas, veterinario y peluquería una vez cada dos meses y me dejan hacer lo que yo quiera todo el día, los niños no son demasiado salvajes, aunque me molesta sobremanera que estén todo el rato ahí mirándome, a veces opto por enrollarme sobre mi mismo dándoles la espalda y haciéndome el dormido, pero ¡no captan el mensaje!
Estoy engordando, me cuesta llegar a las pelotas…  bueno que remedio, me llega el sueño y no tengo ganas de más. Si no os importa, nos vemos en otro momento y seguimos hablando. Pero bueno ¿no veis que me he dado la vuelta?  ¡Anda ahuecando el ala! ¡Pfffff!




1 comentario:

  1. "solo que me llamaba Manolo y era camionero"

    ¡¡jajaja!! ¡¡qué guasona!!

    Simpático el relato, jeje

    ResponderEliminar