miércoles, 30 de marzo de 2011

Perdida

No se que pasa últimamente, definitivamente no hablo el idioma del resto de los humanos... Me siento tremendamente sola e ignorada. Y lo peor es que se que es por mi culpa, que siempre meto la pata aun sin quererlo o sin saber que lo hago. Mire donde mire no encuentro una mirada amiga donde refugiarme por que quizás es que estoy ciega.
Nunca he sido de tener amigos, vamos nunca los he tenido pero bueno más o menos he ido sobreviviendo refugiandome en mi misma, en mis sueños y fantasías en mis aficiones. Pero los sueños y fantasías se diluyen con la edad y cuando tienes treintaytantos no tienes ni tiempo ni ganas para pensar en otra cosa que no sea sobrevivir cada día.
Pero siempre he echado de menos ese "gran amigo" de toda la vida, esa alma gemela que todo el mundo tiene. Y siempre me he preguntado que es lo que fallaba en mi, puesto que si los demás lo tienen el problema era mío.
Probablemente es que hago las cosas a tontas y a locas, que me lanzo y después pienso. Y quizas eso pues unas veces caiga bien, pero la mayoría de las veces es hacer daño por que sí.
Me he equivocado en el sitio donde buscar, es posible... quizás por lo mismo, por que si a los demas le va bien asi...

Pff no tengo ni cabeza para escribir... en otro momento seguiré.

2 comentarios:

  1. Quizá tu lengua sea más rica y sea por eso por lo que los demás humanos no la asimilan debidamente.

    Quizá tus ojos no buscaron en los lugares adecuados, perdiéndose en tremedales pantanosos donde ninguna belleza se ofrecía a ellos.

    Quizá una circunstancial soledad sea el precio a pagar para pasar de crisálida a mariposa.

    Quizá tu alma gemela aparezca cuando menos lo esperas.

    Treintaytantos son una buena edad para plantearse esos y otros quizás.

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  2. ¿con treinta y pocos y ya pensando en sobrevivir???

    uyuyuyyyyyyy... No.

    Las almas gemelas no se buscan, se topa uno con ellas cuando menos se lo espera. Pero encontrarlas no vaticina sentirse acompañado de por vida. Yo he ido perdiendo a mis mejores amigos; la enfermedad y la muerte se los iban llevando. Y parecía que cada vez que uno se iba, me arrastraba. Pero no, la vida siempre te ofrece un alma nueva a la que aferrarse, y te enseña, también, que en períodos de transición afectiva, la mejor compañía es uno mismo. Dices que no hablas el idioma de otros; lo más probable es que sean los demás los que deberían aprender el tuyo.
    Un abrazo.

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