No suelo escribir sobre política, religión, actualidad social ect. Pero esta será una excepción, puesto que no puedo reprimir el sentimiento de que pese a todo lo pasado, de todo lo perdido y por perder, hogares, trabajos, sustentos y sueños, derechos, dignidades y hasta vidas. No hemos aprendido nada.
No hablaré del derecho a disfrutar, ni a gastar lo que duramente hemos ganado. Sino de todo el aire que nos venden y por el que damos la vida entera.
Ese aire que no existe, que se disfraza con palabras grandilocuentes, con adjetivos traicioneros y engañosos, atrayentes y dañinos. Recientemente he efectuado dos compras en dos establecimientos de la rama gastronómica, ambos se dedican a lo mismo, venden de la misma manera el mismo genero. El primero se cataloga con la palabreja "gourmet" el segundo, se disfraza de franquicia. No voy a engañar a nadie afirmando que cobro un sueldo decente, es más es tan ridículo que me debo pensar mucho cuando hago una serie de estos gastos, los que se pueden denominar "caprichos por que me los he ganado".
Aun rondando ambos el mismo rango de precios, la experiencia me ha sugerido no volver a comprar en el primer establecimiento. La diferencia de trato ha sido la causa principalmente, mis euros, pese a humildes son euros de verdad, de curso legal y pese a mi aspecto de persona modesta, si tengo que permitirme un caprichito pago con gusto. No voy a erigirme en una Julia Roberts de pacotilla, que interpretando a una moderna meretriz es incitada a abandonar una exclusiva tienda de Rodeo Drive. Nadie me trató mal, es cierto, realicé mi compra y salí del establecimiento tan normal como en cualquier otro sitio. Es solo que, me sentí fuera de sitio, como si aquel sitio no fuera para mi.
¿Y por que? me pregunto. En el segundo local, compré más o menos lo mismo, pero me sentí cómoda a pesar de mi natural timidez. La transacción fue igual que en el primero, normal pero la sensación de querer volver fue inmediata. Ninguno de los empleados despreció mis euros, entonces ¿cual es el problema?
El aire...
La palabra gourmet... fusión, chef, sous chef, delicatessen...no hacen más que venderme aire, nada... Nos adornan un mismo producto de mil y un adjetivos, engalanan establecimientos de mil y unas maneras, publicidad en todas partes, "el secreto es la imagen", nos crean la necesidad, la sensación de que si no compramos ese producto, no sabemos, o no somos.Y el otro producto, sin tanta grandilocuencia es el mismo y esta tan o más bueno, o es de similar calidad, y a veces es hasta más barato.
Estoy de acuerdo en que hay que exigir calidad, frescura etc, ¿pero por que nos ciegan entonces las luces de colores, las marcas, las modas, a misma calidad y precio?
¿Por que hay que parecer más rico, más experto, más sibarita, más exquisito, más de mundo si muchas veces no te acompaña el sueldo a ese estatus que quieres aparentar? Aunque ahora que lo pienso, aquí hay muchas "facetas y detalles" que los consumistas me pueden argumentar para escoger un Iphone frente a un Smarthphone, un coche frente a otro, un chalet en "tal zona" de nosecuantos metros, frente a un pisito más humilde en un bonito barrio. O a comer en un restaurante al que va todo el mundo, mientras que ese de toda la vida, que cocina el mejor guiso del mundo (palabras dichas por tí) tiene que cerrar sus puertas.
No se, creo que la cosa no cambiará, hasta que dejen de vendernos aire, y hasta que nos demos cuenta de que para vivir, para disfrutar, para ser feliz no nos hace falta empeñarnos por ese "aire".
Tratado de demonología básica.
sábado, 26 de abril de 2014
lunes, 15 de julio de 2013
Fracaso
fracasar.
(Cf. it. fracassare).
1. intr. Dicho de una pretensión o de un proyecto: frustrarse (‖ malograrse).
2. intr. Dicho de una persona: Tener resultado adverso en un negocio.
3. intr. Dicho especialmente de una embarcación cuando ha tropezado con un escollo: Romperse, hacerse pedazos y desmenuzarse.
4. tr. desus. destrozar (‖ hacer trozos algo).
(Cf. it. fracassare).
1. intr. Dicho de una pretensión o de un proyecto: frustrarse (‖ malograrse).
2. intr. Dicho de una persona: Tener resultado adverso en un negocio.
3. intr. Dicho especialmente de una embarcación cuando ha tropezado con un escollo: Romperse, hacerse pedazos y desmenuzarse.
4. tr. desus. destrozar (‖ hacer trozos algo).
Creo que es una de las palabras mas difíciles de
pronunciar, quizás una de las etapas más difíciles de asumir en la vida.
Siempre he sido una quejica, una persona que andaba protestando de lo mal que
le iba todo en la vida, cuando en realidad nunca me ha ido tan mal.
Pero cuando fracasas con tus seres queridos es cuando
más bajo caes como persona. A veces la salida fácil es la que hace más daño, la
que te rebaja más ante los ojos de tus allegados. Has especulado con tus dones,
has regalado tus talentos, te has complacido en la autocomplacencia.
Decir he fracasado en la vida, es una forma de seguir
fracasando. ¿Qué dones me quedan aún para ofrecer? ¿Qué sueños por cumplir? ¿Qué
me queda por dar para que aún encuentre amor en los ojos que me miran? ¿Qué puedo
hacer para sentirme orgullosa de lo que soy?
¿He llegado al final del camino? Sin haber conseguido mi misión como persona, mi sentido de la vida. El por que estoy o estuve aquí, el para que nací.
lunes, 29 de octubre de 2012
Mi autobiografía
La verdad es que se está calentito aquí, creo que me quedaré
en este sitio hasta que llegue la comida. Aunque voy a ahuecar un poco el
cojín, primero por aquí… un poco más, y ahora otro poco por aquí, ¡vaya! Se me
ha enganchado una uña ¡¡¡mierda que no se suelta!!!, ¡¡Ya!!, ¡Al fin!. Creo que ya está el sitio lo
suficientemente cómodo para mí. Ahora solo falta un breve baño antes de la
siesta. Esta es una de las cosas a las que aun no me he acostumbrado de ser
gato. Aunque reconozco que me encanta especialmente lamerme las pelotas, cuando
era humano no me podía ni rascar con la mano así que esto, creedme es un gran
alivio. Pensaréis vaya asco verdad?
Bueno supongo que en mi nueva vida como gato, tengo menos escrúpulos. El caso
es que me da un gustirrinin especial cuando me aseo ahí, jejeje.
Pero lo que es lamerme todo el cuerpo y llenarme la boca de
pelos, para nada me gusta, pero así es la vida gatuna, tengo que bañarme a cada
instante, creo que siendo humano no me bañaba tanto. Siempre tengo que estar
sacando la lengua y dándome un repasito, después de tomar el sol, después de
que me toquen los niños de la casa, después de retozar un rato en el tejado, o
por supuesto, antes de dormir nada más relajante que un bañito. Todo un ritual,
mordisqueándome donde me pica, que generalmente suele picarme en todas partes
con tanto pelo, o pasándome las garras por las orejillas.
Vaya que sueño me está entrando así a lo tonto…, mientras
termino de lamerme os cuento como empezó todo. Aunque en realidad no recuerdo
mucho, solo que me llamaba Manolo y era camionero. No me dió tiempo a tener
crías, perdón a tener hijos pues morí joven, aunque no recuerdo que paso
exactamente, un día cerré los ojos siendo humano y los abrí, bueno empecé a
sentirme de nuevo vivo en el cuerpo de un pequeño gatito. Al principio estaba
muy asustado, no podía ver y no entendía nada de lo que me estaba ocurriendo,
hasta que sentí cerca de mí la calidez protectora de mi madre gatuna. Me
enganché a una de sus mamas y no me separé de ella hasta que me echó a patadas
casi.
Mientras mi cuerpo continuaba su crecimiento mis sentidos se
iban abriendo a mi nueva vida, mis nuevos y numerosos hermanos, tan ruidosos e
incansables siempre andaban alrededor mordiendo y saltando sobre mí. Yo los
miraba con cara de “tío vamos no me jodas”, pero me daba la impresión que nunca
captaron el mensaje pues hasta que nos separaron siguieron jodiendo mientras yo
me dedicaba a mi pasatiempo favorito que era dejar a mi madre seca. Creo que
fui el último en aprender a caminar, aunque tampoco tenía mucho interés en
hacerlo. Coordinar cuatro patas con su propia independencia no es lo mismo que
arrastrar las dos piernas como hacía en mi otra vida. Pfff prefiero no
recordarlo de nuevo.
El caso es que al final me entregaron a esta familia de
humanos, no he vuelto a ver a los demás ni a mi madre, pero la vida de un gato
es así, supongo. Mi familia humana se porta bien conmigo, demasiado bien.
Muchas y abundantes comidas, veterinario
y peluquería una vez cada dos meses y me dejan hacer lo que yo quiera todo el
día, los niños no son demasiado salvajes, aunque me molesta sobremanera que
estén todo el rato ahí mirándome, a veces opto por enrollarme sobre mi mismo
dándoles la espalda y haciéndome el dormido, pero ¡no captan el mensaje!
Estoy engordando, me cuesta llegar a las pelotas… bueno que remedio, me llega el sueño y no
tengo ganas de más. Si no os importa, nos vemos en otro momento y seguimos
hablando. Pero bueno ¿no veis que me he dado la vuelta? ¡Anda ahuecando el ala! ¡Pfffff!
sábado, 27 de octubre de 2012
Tu
Te vi aparecer a lo lejos,
recortada tu figura en el horizonte.
Sentí miedo de que no fueses
quien yo esperaba.
Sentí impaciencia al ver que
tardabas en llegar.
Me sentí enamorada cuando
empecé a distinguir tu imagen
Aun difuminada.
Estabas tan cerca ya.
Sentí dolor porque pasaste a
mí lado, sin verme, sin besarme, sin amarme.
Me sentí morir porque de
nuevo había soñado un sueño,
Un
sueño que se me fue, como arena entre los dedosmiércoles, 17 de octubre de 2012
El paseo
El camino rodeaba la colina, describiendo suaves curvas, y pequeñas cuestas hasta llegar más allá del bosque, cerca casi del riachuelo que se deslizaba en el centro del verde y profundo valle.
Recorrerlo,
pasear por el sendero, mientras la belleza de la naturaleza en todo su
esplendor, lo envolvía, lo rodeaba, era una necesidad casi indispensable.
Sentía la brisa de la tarde escurrirse entre las hojas de los árboles, el trino
incesante de los pájaros, la agitación que producía la multitud de seres vivos
que lo rodeaban.
La luz del
sol caía suavemente, bañaba su cabello, deslumbraba sus ojos, al caminar sentía
rechinar los guijarros de la vereda bajo sus pies, pensaba que mientras la vida
le permitiera disfrutar de toda aquella belleza, no necesitaba buscar la
felicidad en otro lugar, aquello era todo lo que necesitaba, todo lo que podía
desear.
Siguió
caminando durante un par de horas más, hasta que cansado, se sentó a la orilla
del riachuelo, sobre una piedra bastante grande, y observó como la corriente
precipitaba el caudal del agua río abajo, siempre en su incesante camino hasta
el mar, fijó la mirada sobre la superficie del agua y se perdió en los
recovecos de su memoria, la memoria de una vida que como el riachuelo seguía un
mismo y constante cauce, pero para él el mar estaba cada vez más cerca.
Recordaba
como de niño, había correteado infinidad de veces por aquellos mismos paisajes
mientras hacía tiempo y esperaba que su padre terminara su jornada de pesca, su
padre lo reprendía a veces:
-¡Miguel, no hagas ruido que espantas a las truchas,
anda vete al prado a jugar¡
-Pero padre... – intentaba responder él, aunque su padre
lo despedía con un gesto de la mano.
Luego
aprendió a calmar las ansias de su espíritu, y a disfrutar con el arte de la
pesca, y pasaba casi todo el día cerca de su progenitor, en el más absoluto
silencio, mientras era su imaginación la que se perdía por el bosque, el
prado... y aunque prácticamente no se había movido en todo el tiempo, llegaba a
su casa tan agotado como cuando de niño correteaba sin parar, y sin apenas
tiempo se desplomaba sobre su castigado camastro y no despertaba hasta la
mañana siguiente, cuando su bondadosa madre le advertía que se hacía tarde para
el colegio.
Luego llegaron los ardores de la
juventud y volvió a perder la tranquilidad del espíritu, esta vez por muchísimo
tiempo, y apareció en su vida Catalina, dulce, bella, serena y entusiasta al
mismo tiempo y emprendió el camino más hermoso y difícil de su vida, el camino
que le acercó al amor de su vida, pero que le alejó de aquellos paisajes
durante sesenta y cinco largos años. Ella no era del pueblo, había llegado allí
con sus padres hacía un año procedente de la ciudad, y nunca se terminó de
acostumbrar a la rudeza de aquellas tierras, así que en cuanto se casaron
emprendieron el camino hacia la ciudad.
Pero a él tampoco llegó a
entusiasmarle nunca la ciudad, con sus prisas, los automóviles, la falta de
humanidad, y la ausencia de naturaleza, no había un solo lugar en toda la
ciudad donde poder detenerse a escuchar el canto de un pájaro que no fuera un
triste y enjaulado canario, o una todavía más triste y gris golondrina, ni un
árbol en cuya sombra cobijarse sin que le llegara el pestilente olor de los
fertilizantes.
Pero su amor por Catalina, y el
hijo que llegó cuando llevaban dos años casados, fueron más fuerte que la
desesperación que brotó en lo más profundo de su alma, y aguantó aquel desorden
durante sesenta y cinco años, hasta que ella murió, lo abandonó por culpa del
cáncer y él se sintió más solo aun si cabía por saberse solo en la feroz
ciudad. Luchó aún un par de meses contra su desánimo, porque creía que si
abandonaba la ciudad era como si abandonase el recuerdo de Catalina, pero llegó
el día en que el desaliento se apoderó de su corazón que falló por un instante,
entonces lo supo, debía ir a morir a su pueblo, prepararse para descansar para
siempre en la tierra del valle, pero antes debía hacer algo; antes de su marcha
lo organizó todo para que los restos de Catalina fuesen trasladados al
cementerio del pueblo y cuando llegase su hora descansar juntos para siempre
–antes me tocó a mi ceder Catalina, ahora te toca a ti-, como su hijo hacia
años que vivía en una ciudad más desordenada y grande que la suya, no tuvo que
pedir permiso ni dar explicaciones a nadie.
Al despertar de sus recuerdos se
dio cuenta que llevaba casi dos meses en el valle, pensó que últimamente los
recuerdos llamaban muy a menudo a las puertas de su pensamiento y comprendió
que aquello era una señal y que debía poner en marcha los preparativos de su
partida, se levanto de la piedra y sintió de golpe la humedad y el frío de la
noche que lo comenzaba a envolver por momentos, probablemente ese despiste le
costaría un resfrío al día siguiente, pero ya no importaba, un día mas o uno
menos daba igual, ya había saciado sus ansias de vida en aquella naturaleza, su
deseo de volver a respirar aire limpio, nuevo en cada inhalación de sus
pulmones viejos y cansados, así que si lo sorprendía la muerte al amanecer o al
siguiente día estaría preparado.
Inició el
camino de regreso a su casa del pueblo, mientras trataba de memorizar por
última vez las siluetas de los árboles, robándole el tiempo a la voraz
oscuridad que se tragaba todo velozmente, al llegar frente a las primeras luces
del pueblo, se giró y hizo una mueca como despidiéndose de su valle, de su
vida, de su infancia, juventud y una parte de su vejez vividas en aquellos
paisajes, al llegar a casa cerró la puerta.
Vals Olvidado - El pianista y la Luna
La luna
silenciosa, pálida, solitaria, pasaba cada noche en su pedestal, esperando que
la claridad del día la relevase de su constante e invariable trabajo. Las
noches se sucedían monótonas, por que ya no había poetas que la invocasen, ni
enamorados que recurrieran a ella, ante la ausencia del ser querido. La vida ya
no era poesía ni ensueño. Todo el mundo andaba preocupado por egoísmos e
inútiles quehaceres.Y
esperaba, esperaba a que el sol llegase para ignorar por unas horas a seres tan
desagradecidos que habían olvidado todo lo que ella había hecho por ellos, a lo
largo de los tiempos, musa de incontables poemas, la nota precisa en las
canciones más hermosas, reina de los misterios del corazón, hada de los deseos,
luz de la oscuridad, dama del destino. Había perdido la ilusión en la raza
humana.
Hasta
que una noche aburrida, escuchó a lo lejos una melodía, al principio
imperceptible casi, pero puso atención y descubrió que le resultaba conocida,
si, era aquella que aquel músico alemán compuso para ella hace un par de
siglos, pero le resultaba diferente, como renovada, especial, se acerco hasta
donde parecía que surgía aquella melodía y descubrió a un muchacho tocando al
piano tras una ventana. La forma en que interpretaba aquella sonata, la
embelesó hasta tal punto que perdió la
noción del espacio y se sintió transportada a otro lugar, un lugar donde no
existían los rencores ni la maldad de los seres humanos. Y al regresar de ese
lugar sintió como la melodía penetraba hasta su interior y le devolvía de nuevo
la confianza en la capacidad de un ser humano de crear y plasmar el arte en sus
actos más cotidianos.
El
muchacho acariciaba las teclas del piano como si fueran los dedos de la frágil
mano de su amada, suavemente, pero con firmeza, como si esos amados dedos
fueran a serle arrebatados de un momento a otro, por la crueldad de la muerte.
Y aunque con los ojos abiertos ella sabia que él no estaba allí, presente, sino
naufragando en la cadencia de la melodía, perdido en mundos imaginarios de amor
y belleza. Pero la magia acabó al finalizar la sonata, y el muchacho cansado,
estiró sus brazos debilitados por el esfuerzo, y abandonó la habitación. La
luna quedó anhelante, como esperando que aquel momento hubiera durado para
siempre, por toda la eternidad, pero no fue así, sin embargo a partir de
esa noche, la luna no falto a su cita
diaria con el joven pianista, que jamás se daba cuenta de toda la luz que
entraba por su ventana.
Los
días y las noches se sucedieron, llegaron inviernos que le impidieron
escucharle con toda claridad, pues se interponían los cristales de ventanas que
daban abrigo a la casa. Y volvieron las primaveras y los veranos, y la luna era
dichosa porque las melodías que surgían de las manos del pianista llegaban
hasta ella como el cálido susurro del ser amado. Y ya no era feliz si no oía
cada noche las notas que surgían de aquel piano, de aquellas maravillosas
manos, no sabia si en realidad era un gran interprete, ni sabia que tenia aquel
muchacho de especial para que la sorprendiese cada vez, a ella que había
escuchado las interpretaciones de todos los maestros de la historia.
Hasta
que una noche se descubrió enamorada, enamorada del muchacho y de su arte, y se
sintió feliz por tenerlo siempre allí, a sus pies, practicando una y otra vez
aquellas composiciones tan preciadas para ella. Contrariado cuando una nota se
le resistía en una determinada canción, orgulloso cuando sentía que su
interpretación era digna de las alabanzas del profesor de piano. Y lo amó con
toda la dulzura que ella era capaz de sentir, y ilumino sus pesadillas y
acompañó sus noches.
Pero
una noche él faltó a la hora de estudio, y a la noche siguiente también, y cuando por fin llegó, lo
notó distraído, ausente, y la música ya no era bella en sus manos, era un
esfuerzo, un enojoso trabajo para él, y al luna comprendió, que algo substituía
el amor al arte en el alma del muchacho. El dolor invadió el corazón de la
luna, mas aun al comprobar que el joven pianista abandonaba sus practicas habitualmente.
Miró en su corazón y descubrió que el muchacho amaba a una joven de su edad, y
destrozada se subió a su pedestal, y lloro lagrimas de dolor, lagrimas de
estrellas por la desilusión, saber que él amaba a una semejante o saber que la
música ya no era lo más importante para él, ni siquiera supo, que era lo que
más daño le hacía.
A
la noche siguiente, bajo de nuevo hasta su ventana, y lo vio, sentado frente a
su piano, pero incapaz de poner sus dedos sobre él. Le envió como regalo un
rayo de su propia luz y el muchacho salto del asiento y se marcho, en busca de
su amada. La luna se sentó en su pedestal y volvió la cara.
Bastian el duende Granadino
Bastián, el duende granadino.
La niña abrazaba impaciente el
cojín púrpura, mientras que balanceaba sus piernecitas en el aire, pues no
alcanzaba el suelo desde el sillón donde estaba sentada, para su edad era una
chica bajita aunque bien formada, y de aspecto sano. Tenía los ojos negros,
vivos y brillantes como una noche de
luna llena
que miraban a su abuelo, situado
a su lado implorando las respuestas a las preguntas que bullían en su interior.
El abuelo tenía en la mirada toda la serenidad de aquellas personas
que lo han visto todo y no desean ver más.
-Abuelo, ¿porque en el norte hay
hadas, duendes, elfos, ogros y gnomos, y aquí en el sur no hay nada fantástico?
-Bueno, quizá sea porque no les
gusta el calor, aunque una cosa tengo
que advertirte, que no sean tan
famosos como los seres celestiales del norte, no quiere decir que no los haya
aquí, de hecho cuando yo era pequeño mi abuela solía contarme la historia de
Bastián el duende del Albaicín.
-¿Qué?- exclamo asombrada
Clarita- ¡Anda ya abuelo, eso sí que no me lo creo¡ ¿Un duende en el Albaicín? ¡Pero
si en el Albaicín lo único que hay son cuestas y casas viejas!.
-Ay Clarita, Clarita, ¿cuantas
historias te he contado de los duendes de mi tierra?, donde nací yo por que mí
padre era Asturiano, ¿cuántas historias Clarita?
-Miles abuelo.
- ¿ Y que te dije yo que era el
lugar favorito para la mayoría de los duendes?
- Las casas viejas abuelo...
-Pues sí mi niña, pues aquí en el
sur también hay duendes, aunque yo no los conozco todos, pero si que recuerdo como mi abuela me hablaba del Martinico o del Padre Piñote, también
granadinos el Martinico prefiere los sitios húmedos para pasar el rato, como los
toneles y el Padre Piñote se paseaba por las noches
armando jaleo por dondequiera que
iba. Aunque a mí quien más me gustaba era Bastián, porque según me contaba
mi abuela era un duende filosofo y pensador, y gustaba de mediar en las peleas
entre los vecinos porque era un amante de la paz, aunque una vez a unos
vecinos no les gustó que se metiera en sus asuntos y
lo arrojaron a un pozo, el pobre
Bastián quedó cojo para siempre. No sé si sabrás que quiere decir filosofo,
bueno creo que ni yo mismo lo sé, podría decir que es alguien que piensa tanto
algunas cosas que consigue volvernos locos a los demás con sus teorías, aunque
no siempre los filósofos son tan rebuscados, a
veces ayudan al hombre a entender
mejor el mundo donde vivimos. Pues Bastián es así, un duende culto
inteligente, al que le gusta leer todos los libros que encuentra en su camino, y por
eso va de una casa abandonada a otra en busca de nuevos libros para leer,
a veces también se pasea por las bibliotecas a
horas en las que no suele haber
nadie, porque no le gusta que le distraigan de su lectura.
- Abuelo, ¿Bastián es un duende
malo, travieso?
- Es bueno Clarita, además como
te dije le gusta la paz y la tranquilidad. Hace unos años, en un edificio de la
calle Mesones, ocurrieron unos hechos
muy extraños incluso alguien dijo que
había sido mordido por un ser invisible, pero que le había dejado las marcas de
sus dientes en uno de sus dedos. Alguien
hablo de Bastián, pero yo no creo
que fuese él, Bastián es un ser pacifico y no rehuye a la gente sino que la
gente huye de él porque dicen que es feo.
- ¿Todos los duendes son feos
abuelo?
- Pues creo que los duendes sí,
aunque en realidad no son feos como nosotros creemos, sino que son completamente diferentes a nosotros y por eso nos extraña su aspecto, pero supongo
que lo mismo les pasará a ellos cuando
nos ven. Aunque creo que los elfos,
son digámoslo así “guapos” pues son como las
hadas, de cabellos brillantes y
ojos muy claros. Mira Clarita, mira la hora que es y tú aun despierta creo que
deberías irte a dormir antes de que
lleguen tus padres.
- Pero abuelo yo ya soy mayor,
tengo 10 años puedo quedarme despierta hasta muy tarde, además me gusta que me
cuentes historias- le protestó compungida la niña, aunque a duras penas
podía evitar los bostezos.
- Clarita, yo siempre estaré aquí
para contarte mis historias cuando tu quieras, pero hay otras historias más
bonitas que las mías que solo tú puedes contarte a ti misma, que solo tú puedes
imaginar cada noche cuando cierras los ojos en tu cama. Solo tú puedes soñar miles
de historias hermosas, por eso, porque merece
la pena sumergirse en el mundo de
los sueños y además porque se te cierran los ojillos de lo cansada que estás
es el momento de que te vayas a dormir.
Habían pasado cinco años desde la
muerte de su abuelo y Clarita aún seguía recordando esa conversación como
si hubiera ocurrido la noche anterior. Al poco rato de quedarse dormida,
sus padres habían llegado de la cena de negocios a la que habían acudido,
y el abuelo se despidió para dirigirse a su casa
en el otro extremo de la
ciudad. Nunca más volvieron a verle,
pues quizá vencido por el sueño su coche se
empotró contra un semáforo al final de una calle empinada. Cuando Clara
despertó a la mañana siguiente supo la terrible noticia, para sus padres era una
chica mayor perfectamente capaz de asumir la muerte de un ser querido, pero no
de ese ser querido pensó Clara. Desde entonces nunca volvió a ser la
misma niña, fue como si madurara de pronto. Ya no volvió a leer cuentos, ni
volvió a jugar con las muñecas que representaban a las princesas de su imaginación.
Tampoco volvió a sonreír o al menos nadie volvió a verla esbozando una
sonrisa. Se convirtió en una mujercita seria, silenciosa y huidiza.
Tan solo una cosa no había
cambiado para Clarita, sus sueños, su único refugio donde cada noche encontraba a su
abuelo dispuesto a contarle una nueva historia de duendes, de elfos y
hadas. Pero no estaba solo, pues cada
noche Clarita encontraba a un amigo con
quien vivir miles de aventuras, Bastián el
duende. El mismo que entró en el
mundo de sus sueños la noche en que su abuelo falleció. Y cada noche el
abuelo contaba una historia, y Clara y Bastián juntos emprendían mil aventuras
salidas de la voz del abuelo. Pero al despertar Clara volvía a su tristeza y a su
silencio. Pero no siempre los sueños de Clara eran agradables o fantásticos,
aunque sus padres no le habían hablado de cómo ocurrió el accidente de su
abuelo, a veces soñaba con ese fatídico momento. Se veía dentro del cuerpo de su
abuelo, siendo los ojos de este los que miraban al frente al andar, pero siendo Clara la que experimentaba las sensaciones
durante
el trayecto que lo condujo hasta
su muerte. Unos pasos para acercarse al coche y después la noche que lo envolvía
todo y la luna menguante lejos, demasiado lejos para iluminar la carretera
o para evitar que los ojos se cerraran
por el sueño. Y después el miedo, un
miedo lacerante que cortaba la respiración de la chica y que la obligaba a salir
huyendo del sueño, a despertar
violentamente agitada entre convulsiones, otras
veces oía la voz de su abuelo llamándola muy lejos, con desesperación. Ella
sabía que fue la última persona que pasó por la mente de su abuelo antes de
morir, y que se fue preocupado por no poder cumplirle la promesa de
permanecer a su lado para siempre y contarle historias sobre duendes y hadas, por eso lo
veía cada noche en sueños así aunque fuera de aquella manera permanecía cerca y
formaba parte de esas historias.
Era la noche de San Juan, la
noche más corta del año, la noche de las brujas, la noche mágica. Todo el instituto
hervía de excitación, pues los chicos preparaban pequeñas fiestas en torno a las
hogueras de su barrio donde reunirse para quemar en el fuego las cosas
malas ocurridas en el año y refrescarse y renovarse
con el agua cristalina que unos a
otros se arrojarían. Nadie invitó a Clara a ninguna de las reuniones, nadie
se fijaba en ella salvo si estaban a punto de chocar con ella en el pasillo.
Pero tampoco ella los necesitaba, esas fiestas para ella solo eran una excusa para
armar jaleo y escándalo hasta altas horas de la noche. Y sin embargo no pudo
evitar estar nerviosa mientras se acercaba la “hora bruja”. Por suerte cerca de
su casa habían preparado una hoguera, y entre el alboroto y la confusión se
acercó hasta el lugar. Estaban a punto de tocar las campanas de la media noche y la
algarabía aumentaba por momentos, la gente se acercaba con recipientes
llenos de agua, y Clara sintió miedo. Las campanadas sonaron al fin desde
una iglesia cercana, lentamente todo lo que rodeaba a Clara fue cambiando de
aspecto, las mujeres se transformaron en brujas que bailaban en una
alocada danza sinfín, los hombres se transformaron en duendes que la miraban
traviesos bajo las pobladas cejas de su rostro, y los niños se transformaron en elfos y
hadas. También había faunos, trolls, enanos y una multitud de criaturas
fantásticas y de entre esa multitud surgió una figura conocida por Clara, la de Bastián
que se acercaba a ella con su característica cojera y la tomo de la mano
mientras la alzaba por encima de las cabezas de los seres fantásticos que danzaban en
torno a la hoguera.
-Esta noche es mágica Clara,
vamos a ir a sitios donde nunca antes habías ido. Verás cosas que nunca hasta ahora
habías visto. Esta noche se harán tus sueños realidad.
Pero cuando Bastián la depositó
con cuidado en el suelo de uno de los patios de la Alhambra Clara protestó:
-Yo he estado aquí antes, y
varias veces no me estas enseñando nada que yo no conociera.
-¿Estás segura de que has visto
este lugar antes Clara?- le contestó Bastián- fíjate bien.
Clara miró a su alrededor, la luz
de la luna bañaba todo lo que alcanzaba a ver, produciendo maravillosos
claroscuros, los sonidos del agua en las fuentes producían una música que nunca
antes ella había escuchado, y de entre las enigmáticas sombras comenzaron a
surgir formas fantasmales, sultanes, princesas, visires, guerreros de
otros tiempos comenzaron a llenar el patio. Clara asustada intentó huir, pero
estaba rodeada entonces Bastián la cogió de la mano,
-No tengas miedo- le dijo
–observa. Ninguno de los fantasmas parecía reparar en ella, al contrario andaban
caminaban y actuaban como si estuvieran vivos, como si más de quinientos años de
historia no hubieran pasado por encima de ellos. Clara observó como la
vida acontecía entre esos muros mucho
tiempo
atrás. Y ya no sintió miedo sino
que deseó con todas sus fuerzas ser uno
de ellos, una princesa mora
pretendida por algún apuesto capitán o una odalisca danzando en los salones de la
Alhambra.
- ¿Ves Clara? ¿seguro que nunca
antes habías visto este sitio? al menos no como lo estás viendo ahora. La
despertó de su ensimismamiento Bastián. Y no, nunca había visto la Alhambra de esa
manera, tan mágica tan irreal, como en un sueño de otros tiempos.
De nuevo la cogió de una mano y
se alzaron hasta el cielo, la llevó hasta un bosque no muy lejano, y de nuevo
la depositó en el suelo. Todo estaba en silencio, y bañado por la gélida
luz de la luna llena, sus rayos se adherían a los árboles abrazando su corteza y
dotándoles de un aspecto fantasmal.
-Observa atentamente Clarita- le
dijo Bastián.
Y ella así lo hizo, al poco rato
los árboles comenzaron a moverse, al principio casi imperceptiblemente pero
después casi a sacudidas comenzaron a desperezarse y a desenterrar sus
raíces de la tierra donde las tenían clavadas, de pronto unos sonidos extraños
comenzaron a llenar el ambiente, como quejidos lejanos. Bastián le dijo que los
árboles estaban hablando entre sí, pero que ellos no los podían entender. Una
extraña luz surgió de repente, un resplandor verdoso se acercaba por momentos
al lugar donde estaban, poco a poco una figura femenina de corta estatura
se fue recortando en la luz, una hermosa muchacha de largos cabellos
verdes y vestida de hojas, era la que desprendía esa luz.
-Es el hada del bosque Clara- le
dijo Bastián.
Cuando llevaban largo rato
observando esa especie de consejo en el bosque, Bastián la cogió de nuevo de la
mano y por los aires emprendieron el regreso a la ciudad. La hoguera seguía
ardiendo, y los fantásticos seres que habían dejado bailando junto a ella aún seguían
a su alrededor. Solo que esta vez había alguien
más con ellos, el abuelo de
Clara, la muchacha se sintió
extraordinariamente feliz de poder compartir aquella
noche tan maravillosa con la persona que más había querido, lo abrazó con
todas sus fuerzas como queriendo cerciorarse de que no era solo un sueño como
tantos otros y agradeciendo que aunque fuera
solo por aquella noche, pudiera
sentir el cuerpo de su abuelo entre sus brazos, en su corazón se rompieron mil
cadenas de tristeza que lo habían tenido aprisionado durante mucho tiempo,
lágrimas de felicidad comenzaron a rodar por sus mejillas al tiempo que
una radiante sonrisa aparecía en sus labios. Y juntos bailaron alrededor de la
fogata hasta que la muchacha quedó exhausta.
Pero la noche de San Juan es la
más corta del año, y casi sin que se
dieran cuenta los primeros rayos del sol
empezaron a surgir por el este. Cuando la luz del sol aparece la magia de la
noche desaparece y todas las criaturas fantásticas comenzaron a tomar de nuevo
aspecto humano. Clara se despidió de Bastián, y
abrazó por última vez a su
abuelo. Este cogió el rostro de su nieta entre sus manos y mirándola fijamente a los
ojos le dijo:
-Te prometí que siempre te
contaría historias, pero ha llegado la hora de que tú sola inventes tus propias
historias, sé que podrás hacerlo. A partir de ahora no me verás más en tus sueños, pero
no llores pues siempre estaré cerca de ti. Sueña Clara, y cuenta esas
historias a la gente que no puede imaginárselas.
Siempre tendrás un duendecito
filosofo y culto que te ayude a
escribirlas, ya sabes Bastián estará donde haya
un libro. Adiós mi niña.
Desde esa mañana Clara volvió a
sonreír, porque cada noche esperaba con ansia que la venciera el sueño para
soñar historias maravillosas que al día siguiente volcaba en un papel, y siempre
que no lograba encontrar una palabra traviesa o no podía encajar una expresión,
llamaba al duende Bastián que la ayudaba. Pues Bastián es un duende muy culto e
inteligente, es un duende filosofo como le decía su abuelo.
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