lunes, 11 de abril de 2011

Ella


Ella…
Es dulce y salvaje a la vez, dama y cortesana en un mismo envoltorio. Sus ojos verdes y cristalinos como esmeraldas reflejando el sol del amanecer. Su piel blanca, fresca, suave como las hojas del lirio recién regadas por el rocío. Su cabello rubio, largo, liso asemeja un río de hilos dorados,  de espigas tostadas por el sol. Cada vez que me sonríe descubro que existen mil motivos para ser feliz en este mundo, mil nuevas razones para alegrarme de haberla encontrado. Cada vez que su mirada dulce o apasionada, o traviesa o ingenua se dirige hacia mí el corazón salta en mi pecho desbocado, deseoso de fundirse en un abrazo con el suyo.
Es perfecta, aunque ella no lo crea, aunque se empeñe en decirme que no cada vez que le digo que está preciosa, aunque se sonroje cada vez que la miro con el deseo asomado a mis ojos. Maravillosa, una diosa escapada de un onírico harén. Mis labios se pierden en sus sinuosas curvas, las yemas de mis dedos jamás abandonarían si pudieran la calidez de su tacto. Si pudiera… si me permitieran pedir un deseo, querría morirme abrazado a ella. Sumergido en su profundidad…
La amo, la amo tanto que creo volverme loco cuando se aleja de mí. Cuando las horas pasan y no la puedo ver, tocar ni besar. Jamás creí posible amar así, con tanta urgencia, tanto deseo, tanta felicidad y dolor al mismo tiempo. Jamás hasta que la encontré a ella, hasta que encontré la luz de mi vida, el calor de mis días… la mujer por la cual cada vez que despierto me alegro de haber nacido hombre.


2 comentarios:

  1. haaaaayyyy,el amor,que lo hace todo bonito =D

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  2. Qué oda más bonita, corazón, ¡¡me ha encantadoooooo!!!

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