lunes, 8 de agosto de 2011

El murmullo del agua


Soporto miradas que rezuman odio, escucho susurros más venenosos que la serpiente más letal, siento como si pendieran mil alfanjes sobre mi cabeza, mientras mis pasos recorren los pasillos y jardines de este palacio los odios más tenaces conjuran formas a cual más cruenta de acabar con mi vida. Y sin embargo soy reina, soy la Estrella del Alba que ilumina estos fríos palacios, soy la cautiva, la favorita alzada por encima de las cabezas de todas estas arpías ponzoñosas. Y me detestan porque nací cristiana, porque mis manos llegaron a tejer hilos que manejaban este reino y no me dediqué a mirar pasar la vida arrobada esperando la llegada de mi rey entre los almohadones del harén.
Hubo un tiempo en que me llamaban Isabel, mientras correteaba como una niña traviesa por los caminos de mi añorado Jaén, ahora soy Fátima Soraya reina de Granada, Sultana de la Alhambra, aquí donde llegué cautiva y donde fui coronada. Y ahora que el fin está tan cerca es una jaula dorada que añoraré más allá de mi muerte. Mañana todo estará hecho, mi rey caminará por estos pasillos por última vez con la corona sobre su cabeza. Hace tiempo que la vida escapa de su cuerpo, que las traiciones drenan día a día su fuerza y majestad. ¡Ay Aixa! ¡Que no vivas para contemplar tu estirpe reinando en mi Granada, que tus ojos no se cierren para siempre mirando por la ventana la luz que baña mi Alhambra!
Cierro los ojos y oigo el cristalino sonido de cientos de fuentes y acequias, ese murmullo incansable que acaricia mis oídos, que eriza mi piel y me envuelve en un fresco abrazo. Aspiro el perfume de millones de flores, rosas, geranios, claveles… los pájaros acuden cada amanecer a despertarme con sus trinos y cantos. Recibo el cálido beso de la luz del sol en mi piel cuando me asomo a la ventana de mis aposentos o paseo por los jardines del Generalife. Y mañana cuando deba abandonar mi Alhambra moriré a cada paso que me aleje de ella. Porque el mayor regalo que me dió mi rey fue este, nunca esperé costosas joyas ni magníficos ropajes. Agradecí y recompense con creces cada beso que me ha dado, cada vez que mis entrañas recibieron su anhelante deseo.
Pero jamás me alcanzara la vida para agradecerle que me hiciera reina de este paraíso, ni jamás podré volver a ser feliz lejos de mi Alhambra. Soraya se irá dejando atrás su más preciado tesoro y la Alhambra perderá para siempre su Estrella del Alba, que Alá no permita que una reina vuelva a brillar nunca en este palacio.

1 comentario:

  1. Por Dios... qué belleza...
    Es que no puedo decirte más.
    ¡¡¡Qué belleza!!

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